lunes, 9 de agosto de 2010

SER NEGRO ES DURO, MUY DURO

Por Harrison Rentería Rentería
Fuente: http://delaurbedigital.udea.edu.co/ “Blanco corriendo, atleta, negro corriendo, ladrón, blanco sin grado doctor y el negrito yerbatero”, Grupo Niche.

Después de la colonización en las tierras antioqueñas y del Chocó, donde los negros eran esclavizados, llegó la “Abolición de la esclavitud” en 1851. Esto llevó a que todos esos afrodescendientes quedaran desempleados, si se le puede llamar así, y entonces la solución era partir hacia los lugares donde habitaban los terratenientes y ofrecer sus servicios como sirvientes. Desde ese mismo momento, incluso desde la diáspora africana, el negro ha quedado como el esclavo, el insubsistente, el ridículo, el bruto, el feo, el pobre, el ladrón…


Pero el caso no es que luego de la Abolición persistiera esa dominación por unos años más, lo realmente triste es que han pasado más de tres siglos (desde antes de la “Abolición”) y las cosas siguen igual. Todavía somos simplemente negros.

Pero bien, lo que aquí interesa es saber por qué en Medellín ser negro es el significado de todo lo negativo que pueda existir en este hermoso mundo con una historia contada, desde la épica de las narraciones bíblicas, por blancos y para blancos. Empiezo por decir que si usted camina a altas horas de la noche por algún callejón, aunque esté iluminado y con gente, y de pronto va caminando –para su infortunio-, una señora mestiza, blanca amarilla, menos negra, delante de usted –claro está, si usted es negro-, seguramente lo primero que hará esa señora es aferrarse a sus pertenencias y acelerar el paso porque un “hombre de color” caminado a su lado puede ser un peligro inminente.

Y ni hablar de la entrada a los bancos, es realmente una experiencia hasta excitante. Uno se siente en las historias policíacas del cine gringo en las que en muchos casos hay un héroe policía persiguiendo sin parar al negro ladrón. Me ha pasado varias veces con varios amigos negros, que el vigilante de turno se ve en la obligación de proteger a los clientes de la entidad financiera y de repente agarra con más fuerza su revólver, mira de abajo hacia arriba a los presuntos delincuentes y pregunta: “Señores, ¿en qué les puedo colaborar?”, cosa que ocurre sí y solo sí dos “intrusos” negros ingresan en un banco. Quizá desde ese momento comprendí por qué en Estados Unidos le llaman a esas películas, donde siempre hay un “hombre de color”, muerte y un robo de por medio, género negro.

Juan de Dios Mosquera, Presidente de Cimarrón y líder afrocolombiano, dijo que “en cuatro siglos se configuró un pensamiento en contra del afrodescendiente, ya que el “negro” no tenía lugar en la sociedad sino que su espacio estaba al lado de los animales. Era simplemente un negro y no una persona”. Y es la realidad que hoy se vive: el afro antes de ser doctor, es un negro, si es bonito, es un negro bonito, si es feo es un negro feo, si es buen estudiante es un negro bueno para el estudio. Es decir, el condicionante de negro se configura en una preposición. He escuchado infinidad de veces: “es un negro pero bonito”, “es un negro pero inteligente” y si se van a referir a usted por algún motivo, nunca va a ser Harrison ni Juan ni Sofía ni Luisa ni Pablo… Siempre va a ser el negrito o la negrita tal. Jamás he escuchado: es un mestizo inteligente, una blanca bruta, una pelinegra buena gente, un pelirrojo con sentimientos…

Lo más difícil de todo esto es que agrede moralmente la integridad de las personas afrodescendientes y también el legado cultural de las negritudes en sus generaciones venideras, ya que los negros que se crían en un entorno en el cual son minoría, cómo los que crecen en Medellín, por ejemplo; siempre serán los inferiores entre su grupo de amigos, siempre serán el motivo de burlas y chascarrillos, el profesor no lo llamará por su nombre sino que le dirá “negrito”, para que de pronto no se sienta mal por que le digan negro sin diminutivo, y es allí que ocurre el llamado proceso de blanqueamiento.

Juan de Dios Mosquera afirmó que cuando se infunde en el negro el etnocentrismo “blanco”, se pretende lograr la aceptación social y el progreso a partir del comportamiento como un blanco más sin serlo. Pero cualquier intento de mimetizarse en un contexto “blanco” es inútil, igual, en donde quiera que el negro esté, que se críe o estudie, va a tener las mismas barreras civiles: Cuando envíe hojas de vida con fotografías serán desechadas, casi siempre le negarán casas en arrendamiento por negro y escandaloso. A propósito de esto cierta edificación en el barrio Prado Centro tiene un cartel que advierte: “No le alquilamos a Chocoanos”. Siempre se burlarán de su nariz, de su boca grande y roja, de su pelo prieto y de su acento duro y marcado, siempre se le verá como el personaje que sólo baila, canta y rumbea, ah, o juega fútbol. En la calle siempre le gritarán el apelativo típico que he mencionado a lo largo de este texto, eso sí, siempre acompañado de un buen complemento como: hp, malp… maric… entre otros.

Nuestras mujeres, las negras, antes de ser vistas como una mujer serán reconocidas como un instrumento sexual, y es que es algo consuetudinario, ya que eso viene desde la cultura de los barcos negreros en los que se utilizaba sexualmente a las esclavas para que así produjeran más pequeños esclavos a futuro, era una práctica muy rentable. A la mujer negra generalmente se le verá el trasero entes que su cerebro. En mi entorno universitario ocurre mucho y la consigna siempre es: “esa negra está buena, pero pa’ pegarle a eso”. Jamás, en mis 21 años de existencia he escuchado que un blanco me hable de una mujer negra como un ser humano valioso y digno de una relación sentimental, y no es por racismo, por que si algo tengo claro es que eso nunca acabará, sino más bien falta de respeto y permanencia de lógicas de superioridad que siempre están en la mente “blanca”.

En fin, Medellín, la ciudad de la eterna primavera, donde no cabe oscuridad ni para la piel, es una experiencia que todo negro debería tener para afianzar o retroceder su concepto de lo étnico. El sólo hecho de llegar a la ciudad y montarse en un vehículo de transporte público es ganancia y aprendizaje. Nunca olvidaré un paseo de amigos chocoanos en un Circular Coonatra, en donde éramos aproximadamente 20, el bus estaba vacío y cada uno se sentó en silla individual para experimentar la segregación. No miento. Las personas mestizas se subían al bus y buscaban alejarse lo más posible de las bancas en donde tendrían a un vecino negro, e incluso, hubo varias que prefirieron viajar de pie durante 25 minutos, encartados con sus bolsas y demás. Fue algo grandioso saber que el negro hasta por montar en bus es una amenaza y todavía algunas personas de la sociedad paisa viven en la época de la histórica Rosa Parks.

¡El negro está jodido! No es posible que para poder acceder a discotecas, lugares públicos, a la educación, y hasta para desempeñarse profesionalmente tenga que apelar a leyes que jamás deberían haberse diseñado, porque si no estoy mal, los negros también somos seres humanos: nacemos, nos discriminan; crecemos, nos discriminan; nos reproducimos, nos discriminan; morimos y seguimos discriminados.

Ser negro es realmente de las cargas más pesadas que puede llevar un ser humano, ya que por dónde mire va a tener obstáculos. Siempre que cometa un error, “negro tenía que ser”. Al negro le quitaron la carimba, ese hierro con el que los esclavistas lo marcaban, al igual que al ganado, en las partes más sensibles del cuerpo, como la cara o el pecho, pero aún continúa la carimba mental, esa marca oscura que no llevamos nosotros los negros sino las mentes “blancas” que creen que les corre por la venas sangre azul.

Al leer este artículo muchos podrán pensar que el autor es un resentido social, pero, el que piense aquello tiene una mente tan racista como la sociedad actual, ya que pensar que expresar la realidad es resentimiento, sigue mirando como inferior al negro.

Es la realidad, como me dijo un gran amigo, ser negro es el cargo más grande y difícil que existe en este mundo.

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