Por: Eugenio Nkogo Ondó
Al concluir la lectura del significante ensayo titulado “Desmitificando y prospectando de manera sistémica al movimiento afrocolombiano”, escrito por la reconocida pluma del profesor Carlos Manuel Zapata Carrascal, me he quedado tan absorto en esas reflexiones que coinciden ya no con mi modesta investigación sino con las de esas autoridades que nos enseñan a descubrir el abrazo fraternal o paternal que une a los africanos con sus descendientes afroamericanos.
Intentando evocar ese hecho histórico cultural, el ensayista demuestra sus dotes hermenéuticas y consagra unas páginas al análisis del fenómeno a partir de la comparación de ciertas tesis de la Síntesis sistemática de la filosofía africana con otras de La rebelión de los genes del insigne afrocolombiano Manuel Zapata Olivella. De su análisis salta a la vista la analogía entre los métodos a seguir para asumir y apreciar el acervo de los africanos y afrodescendientes, en las distintas etapas de su ser o estar-en-el-mundo. Si los falsificadores de la historia universal, atrapados por la barrera del dogma de la ignorancia, creyeron que “Lo que comprendemos en suma por África, es un mundo ahistórico”, como ingenuamente lo dirían Hegel y su escuela de idealistas absolutos, Afroamérica ha sufrido la misma suerte al otro lado del Atlántico. Si Hegel había sido calificado como un filósofo “con un fin político mal calculado, charlatán vulgar, sin espíritu, repugnante, ignorante.”, por Schopenhauer, fue precisamente porque, entre otras razones, su concepción del mundo y de la historia ni siquiera encajaba en el Occidente. Por eso, uno de nuestros historiadores realistas y contemporáneos afirmará, con razón suficiente, que “el hecho de que personas cultas que se llamen historiadores hayan escrito sin rechistar sandeces de este calibre, podría poner en duda el valor de la Historia como disciplina formadora del espíritu.”
En efecto, en lugar de la misma Historia, como ciencia por excelencia del hecho humano, es la incapacidad del historiador por no poder o no saber seguir la vía de la interpretación racional que exige su objeto. Anclado en la trasnochada teoría de que de la idea surgía todo cuanto existe, Hegel y la cohorte de sus partidarios hacían del mundo una realidad demasiado ficticia o ignorada. De ahí que su esfuerzo intelectual acabara en la curiosa invención de la historia universal, de la historia africana, afroamericana y la de todos los afrodescendientes.
De acuerdo con las investigaciones de la brillante Escuela de la filosofía de la historia africana, fundada por Cheikh Anta Diop a mediados del siglo XX, se sabe que África no ha sido sólo cuna de la humanidad, de su historia, sino también cuna de sistemas filosóficos, religiosos, literarios, políticos, etc., con lo cual se derrumba o se autodestruye cualquier concepción mitológica (me refiere a los falsos mitos) de la historia y del pensamiento en general.