Fuente: Revista Arcadia
Esta es la respuesta a: La Presencia de los Invisibles
Más que cinco kilos
Debate
"Pretender hablar de los procesos de invisibilización como si se tratara de una epidemia, es desconocer toda una historia en la que el poder colonial produjo unas formas de subjetividad proclives a su sistema económico de explotación".
El escrito realizado por el critico de cine Manuel Kalmanovitz G. titulado “La presencia de los invisibles” referente a la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana realizada por el Ministerio de Cultura, ha despertado reacciones de diversa naturaleza por el tratamiento ligero que le otorga a un tema sensible a la hora de repensar la cultura nacional, como es el lugar de la producción literaria de los afrodescendientes en una nación pluriétnica y multicultural.
El texto en su conjunto, contiene expresiones problemáticas que lo ubican en el escenario de las descalificaciones de diversa naturaleza: una frente a lo que considera una producción burocrática de la ex-ministra afrocolombiana, Paula Moreno, quien al parecer realizó una significativa –¿desproporcionada?- inversión de recursos públicos en un material de reducida circulación por la cantidad y el valor monetario con que ha salido a la luz pública; otra tiene que ver con los fines de esta publicación que seguramente, a los ojos del crítico, serán utilizados más para visibilizar a la burocracia y el afán politiquero para mostrar resultados que no hará mas que continuar dejando en la invisibilidad a los que pretende mostrar y finalmente otra tiene que ver con la reiteración de los 5 kilos de peso del material que no van alcanzar a cumplir con el objetivo de hacer visible una cultura y sus creadores.
Lo preocupante del texto son las frases que sutilmente se van colando en medio de la refriega de cuestionamientos y que dan la apariencia de tener menor relevancia, pero que en últimas se constituyen en el núcleo de la reflexión que deja ver la incomodidad –¿desprecio?- que existe por la emergencia de unos patrimonios étnicos y sus dinámicas, por medio de políticas culturales en el escenario nacional.
Pretender hablar de los procesos de invisibilización como si se tratara de una epidemia, es desconocer toda una historia en la que el poder colonial produjo unas formas de subjetividad proclives a su sistema económico de explotación y negó sistemáticamente la humanidad de quienes generaron riquezas y saberes de diversa índole. Lo problemático es que al autor del artículo le parece epidémico lo que constituye a todas luces una realidad inobjetable e inocultable de tal magnitud, que esta sociedad poco se conmueve con los índices de miseria y abandono en que muchas comunidades afrocolombianas se encuentran en la actualidad o de la situación de sus centenares de desplazados forzados por la guerra. La gran epidemia de la que no se habla mucho es la de la desesperanza, la miseria y el olvido sistemático de los “otros de la nación”. La invisibilización no es solo un vocablo que “suena bien” o “suena poderoso”, es todo un sistema de poder excluyente que impide el desarrollo pleno de estas comunidades y lo realmente “sobrenatural” es que a estas alturas de la historia existan tantas inequidades y desigualdades sociales.
Sorprende leer la concepción de etéreo que le da al problema de la invisibilidad oponiéndolo a la solidez de la colección, en franca contradicción por cuanto esa solidez, según la propia argumentación, no pesa más de cinco kilos. Lo que muestra la ironía es la profunda necesidad que se tiene de que estas culturas como la afrocolombiana estén llamadas por siempre a la precariedad, a no tener derecho a textos con calidad y con dignidad en un sistema editorial en donde se encuentra toda suerte de publicaciones que en muchos casos no se someten a cuestionamientos, quizá porque las autorías o pertenecen a la elites o hacen parte de los circuitos del mercado de la industria del libro.
El argumento se desplaza entonces hacia la sospecha de que esta producción logre resolver los problemas históricos de la invisibilidad, cargándole con esto toda la responsabilidad a algo que se presenta como una más de las posibilidades de afectar la visión que la estructura de nuestra sociedad tiene frente a estos temas. Un ejemplo contundente ha sido el hecho que gran parte del sistema educativo colombiano se ha resistido a implementar decididamente, así la ley sea obligante para todas las instituciones educativas oficiales y privadas, la Cátedra de Estudios Afrocolombianos –dirigida a todas las personas que conforman la nación en su conjunto- que en muchas partes ha quedado al garete de la voluntad y el interés de las directivas institucionales, por cuanto eso “es cuestión de negros”.
La visibilización no es un cuento retórico como se argumenta en el texto, es una necesidad vital y un apuesta política pues la estrategia de la Cátedra ha sido llegarle a toda la población colombiana y no propiamente por la venta de libros, sino por la transformación estructural de la educación oficial que el autor no cuestiona quizá por desconocimiento de esta situación, y en donde cunden múltiples ejemplos de maestras y maestros afrocolombianos y no afrocolombianos, que a lo largo y ancho del territorio nacional siguen en la tarea silenciosa de intentar que el país entienda de una vez por todas que su realidad plural es mucho más que un enunciado constitucional. Esta negativa al cambio, es lo que justifica la caja pero que, en la relevancia que el autor le da a su aparente solidez material, impide que se vea la contundencia de una producción intelectual –esa si con su propio peso específico- hecha a lo largo del tiempo.
La visibilización que algunos de los autores que hacen parte de esta colección han tenido, según Kalmanovitz, no significa que por estos pocos la producción literaria de los y las afrocolombianos este siendo conocida por el conjunto de la sociedad. Sería interesante mirar cuánto se conocen los más “visibles” como Candelario Obeso o Manuel Zapata Olivilla en las instituciones educativas de nuestro país y qué tanto realmente se están estudiando sus obras, o cuánta de esta literatura que presenta esta colección es conocida y esta siendo trabajada en las carreras de Español y Literatura, o Filosofía y Letras de las universidades nuestras. No olvidemos que el desconocimiento es una forma de no visibilización.
El otro asunto que tiene que ver con el tiraje y que se convierte en el texto en uno de los fuertes cuestionamientos es el de los destinatarios y la cobertura que este material va a tener de manera reducida. El problema quizá no sea tanto de circulación en el sentido que grandes tirajes garantizan un efectivo impacto, pues también la masificación corre el riesgo de dilapidar recursos en materiales que “por ser tan comunes uno dejara de notarlos” -como dice el autor del texto- y tambien de utilizarlos. Lo que deben circular son la ideas de transformación de estructuras que se resisten a enfrentar la realidad con sus invisibles históricos y sus visibles hegemónicos.
Pero ¿qué hay más allá de los cinco kilos de peso de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana?
Lo que la caja devela y eso es lo maravilloso, es que evidentemente no está recogida en ella toda la producción literaria afrocolombiana, mucho menos esas oralidades que se despliegan en la vida cotidiana y que seguramente nunca van a ser parte de publicación alguna, lo anterior demuestra la gran riqueza existente, pues las ausencias lo que están reclamando es su presencia en otras producciones que deben ver la luz pública ojalá lo más pronto posible. Una caja es un espacio limitado que al escogerse lo que va en ella, lo que queda por fuera requiere y reclama de otras cajas que lo contengan.
Más allá del peso físico, está el peso de la historia de hombres y mujeres que con sus letras han venido cantándole a la vida con sus afugias, desencantos, penalidades, frustraciones, pero tambien con esperanzas, sueños que desbordan en fantásticos relatos, imágenes e imaginarios culturales de distintas regiones en donde lo misterioso se trenza con lo político, lo lúdico con lo sobrenatural. Ese es el real peso de este material, el peso de expresiones de la cultura afrocolombiana que se traducen en profunda espiritualidad, o de poéticas interpretaciones de la existencia arropada por toda suerte de contingencias y cuestionamientos que se van imbricando en medio de sonidos de tambor que recuerdan rutas trasatlánticas ignominiosas.
El peso simbólico de decirle al país que es necesario mucho más que una caja, por que si se hicieran las cuentas de todo lo producido solamente en oro en el proceso de esclavización en la colonia, los 700 millones invertidos en esta producción literaria contemporánea -escandalosos para el autor del artículo- no alcanzan a reparar todo el trabajo vivo invertido por los miles de esclavizados o esclavizadas en las minas del Pacífico y de otros lugares de la geografía de lo que hoy llamamos Colombia. Este artículo aparecido en una revista de la calidad de Arcadia muestra que es incómodo para muchos concebir las afro-reparaciones como justicia epistémica.
La caja es visible y su contenido también y efectivamente no va a resolver el problema histórico de la “invisibilización” que perdurá, pero lo que si hace es recordarnos que tantos siglos de deshumanización, negación, exclusión, racialización y racismo, pero también de cimarronajes, luchas libertarias, reclamación de derechos, participación activa en la vida nacional, pesan mucho más que 5 kilos.
Adolfo Albán Achinte
Docente
Departamento de Estudios Interculturales
Universidad del Cauca - Popayán
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