CONCEPCIÓN VILLARREAL*
"AFROMEXICANO SOY"
Por Alberto S. Barrow N.
No hace mucho, por una fina deferencia de la Consulta Inter-agencial sobre Raza en América Latina(IAC), un grupo asesor de instituciones, con sede en Washington, DC., asistí a un Taller de Liderazgo y Desarrollo Socioeconómico de Comunidades Afrodescendientes en América Latina y el Caribe celebrado en La Ceiba, Honduras. Allí, tuve la feliz oportunidad de volver a encontrarme con antiguos amigos y amigas de distintos países de la región, entre ellos: Argentinos, Chilenos, Bolivianos, Peruanos, Uruguayos, Ecuatorianos, Colombianos, Nicaragûenses y Guatemaltecos. Por la naturaleza del evento convocado todos tenían en común la condición de afrodescendientes. Así es. Porque, aún cuando cause extrañeza, en cada uno de los países mencionados hay significativas poblaciones negras infortunadamente ocultas para el resto del mundo, gracias a múltiples mecanismos de invisibilización en sus respectivas sociedades.
La ocasión me sirvió no sólo para un animado reencuentro con amistades de vieja data sino para hacerme de nuevas; una que me resultó extremadamente grata y aleccionadora fue Concepción Villarreal, un joven mexicano de tez oscura. "Concho", como cariñosamente se le apoda, es oriundo de San Nicolás, un poblado del Municipio de Cujinicuilapa, Estado Guerrero, ubicado en la costa pacífica de México, a lo largo de la cual se encuentran asentados miles de hombres, mujeres y niños que comparten sus mismas características, y quienes aún cuando no aparecen entre los cast de las telenovelas aztecas, han poblado ese país por varios siglos. Basta asomarse por el puerto de Zihuataneho, para constatar su prolífica e incuestionable presencia.
Luego de cuatro días de intercambio con cerca de doscientos participantes del evento, provenientes de dieciocho países, en su casi totalidad especialistas en diversos campos profesionales, dirigentes comunitarios, además de funcionarios del Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Organización Panamericana de la Salud y otras entidades de desarrollo no gubernamentales, los asistentes salimos rumbo a casa, dejando atrás la hermosa región atlántica de Honduras, poblada por los ancestrales hermanos y hermanas Garífunas.
Pero, de regreso a nuestros respectivos países, no todos tuvimos la suerte de hacer el trayecto sin inconvenientes, más allá de aquellos propios de cualquier viaje al exterior (largas colas para el registro de equipaje, incómoda requisa corporal, retraso en vuelos de salida, etc.). Mi más reciente amigo, Concho Villarreal, tuvo algunos "tropiezos". El primero de ellos, en el aeropuerto de San Salvador, El Salvador.
Me cuenta Concho, en un mensaje electrónico que me remitió luego de su regreso a México: "allí [en San Salvador] me preguntaron que de dónde era. Les dije que de México, y no me creyeron. Les señalé que era nacido y bautizado en México".
Ante tan categórica respuesta, el interlocutor de Concho, me indica éste último, le repostó: "pero tú estas entre chino y moreno…eres Cubano" - remarcó.
No fue hasta que mi amigo Concho le mostró su pasaporte que la persona se dio por persuadida, más no convencida.
"Pero en México no hay negros" - terminó diciendo, con una expresión que no escondía para nada su perplejidad.
Ese día, las vicisitudes de Concepción Villarreal no terminaron allí. Me relató que al arribar al aeropuerto de ciudad México se encontró con lo siguiente: "Como llevaba unos tambores, de recuerdo, que me compré en La Ceiba, Honduras, dos policías de la Federal Preventiva me abordaron".
"Oye, detente, ¿de donde eres? ...tú identificación, por favor".
"Soy Mexicano" - contestó. Y los dos hombres, al unísono, soltaron una carcajada, y uno acotó: "vamos, eres Hondureño hombre".
"¿Y por qué dice que soy hondureño?" - preguntó Concho.
La respuesta de los agentes del orden no se hizo esperar: "Pos, eres moreno y chino de pelo".
A Concho no le quedó más remedio que mostrarles su credencial de elector para disipar la incredulidad que los asaltaba, no sin que antes aquellos dos policías le recomendaran cortarse el pelo. Concho, a esas alturas, indignado, les espetó que era una lástima que no conocieran su propio país; que era un acto de discriminación, por parte de ellos, el haberlo tratado de esa forma, y suponer que en México no hay negros. Finalmente, invitó a ambos a que se dieran unas vacaciones por Acapulco para confirmar que, efectivamente, en la tierra de “Pancho” Villa, Moctezuma y Emiliano Zapata, también hay negros.
Los dos agentes, un tanto apenados (no mucho), se disculparon y siguieron su camino.
Y con el mismo aura con el cual inició su jornada de vuelta a casa, Concepción Villarreal continuó el resto del día. Así, con una despachadora de boletos de avión le ocurrió otro tanto que con los policías federales. Esta vez en el aeropuerto de Acapulco.
"Al llegar al mostrador, nuevamente me recomendaron que me corte el pelo. Menos mal que en esta ocasión la cosa vino acompañada de una amable sonrisa” - me compartió Concho.
"Estuve de suerte ese día" - anotó, con una chispa de sarcasmo, mientras continuaba transmitiéndome, a través de su nota electrónica, un cúmulo de reflexiones que hacía a propósito de los "inconvenientes de viaje" que afrontó en su periplo hacia San Nicolás, Municipio de Cujinicuilapa.
Y de pronto, al cierre de su mensaje, en lo que interpreté como un sentimiento de orgullo, sin par, un acto de reafirmación de su ser, Concepción Villarreal escribió, debajo de su nombre: Afromexicano soy!
Por mi parte, le remití de vuelta una escueta línea: Mensaje recibido, Concho.
Nota de edición: Hasta la década de 1930, en El Salvador prevaleció una norma legal que restringía el ingreso de negros(as) al país.
*Este texto aparece publicado en la obra NO ME PIDAS UNA FOTO; Panamá, septiembre 2001, Alberto Barrow; primera edición auspiciada por el Centro de Información de Naciones Unidas-Panamá / CINUP.
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