martes, 23 de agosto de 2011

LOS AFROCONFUSIONISTAS.

Fuente: AZABACHE. Boletín Ideoteórico del Centro de Estudios e Investigaciones Sociales Afrocolombianas, CEISAFROCOL, Personería Jurídica No.093 de 1.986, aporte voluntario $300, agosto de 2011.

Por: José Eulícider

Existe un grupo de afrocolombianas/os que si bien hay que congratularlas/os por tener la cualidad de escribir. También hay que requerirles para que escriban con la intencionalidad de enaltecer y redimir a su etnia, no para envilecerla y/o justificar su opresión histórica, ni para conducirla a la abyección frente a sus opresores.

Digo lo anterior porque se encuentra uno con publicaciones de la autoría de este grupo de personas que, por una parte, en algunos de sus escritos rescatan una importante información relacionada con la historia y el devenir socioeconómico de nuestras comunidades, pero al final concluyen afirmando que las razones de su pobreza y de su marginalidad social se deben a problemas comportamentales innatos de ellas y de su “dirigencia”, declarándolas victimarias de si mismas, y que en ello nada tienen que ver el colonialismo, el neocolonialismo, el sistema socioeconómico capitalista imperante, ni las oligarquías gobernantes. Lo cual se puede calificar simple y llanamente como una postura endorracista de parte de este grupo de personas, con la cual consciente o inconscientemente sirven a los intereses de las clases dominantes nacionales e imperialistas.

Consecuentemente con lo anterior, este grupo de personas en sus escritos e intervenciones públicas terminan atacando a la izquierda y al socialismo, al tiempo que en muchos casos maquillan de bondades a la derecha y a la ultraderecha, y en la práctica se convierten en sus militantes o aliados. Sin embargo, les molesta que se les ubique como la afroderecha.

Por ejemplo, el “sacerdote” John Herbert Valencia Barco, en su libro “¿Una Raza Tiene su Propia Cultura? Afirma: “…El proceso esclavista determinó la dependencia física, económica, social, política, educativa, etc., del elemento humano que más tarde poblaría a las tierras del Chocó. Cuando este esclavo fue tomando conciencia de su situación por el proceso irreversible de la evolución no tuvo otra tarea que huir de su amo, y por lo tanto esconderse y habitar los lugares más inhóspitos, renunciando por lo tanto a su condición de ser social…Considero que el chocoano sólo está en su etapa infantil de desarrollo…un recién nacido no actúa sino a través de sus sensorios, su mente todavía no puede funcionar; eso mismo acontece con al chocoano: no es tiempo todavía que tenga desarrolladas sus capacidades mentales; solo el instinto todavía nos domina”. Razonamiento que además de confusionista e incitador al conformismo y a la sumisión, constituye un irrespeto para con el pueblo chocoano y los demás pueblos de la diáspora africana, evidenciando a la vez el señor Valencia Barco una profunda ignorancia de la historia real y verdadera, cuando desconoce que los palenques, quilombos, mambíes y rochelas fueron sociedades sui géneris constituidas por los africanos y sus descendientes cimarrones por todo América y que sirvieron de ejemplos elocuentes y fuentes de inspiración para los procesos independentistas. Además ¿como es que un pueblo retardado mental como lo cataloga Valencia Barco, dio tan grande aporte a la primera independencia nacional y durante la república ha continuado dando al país estadistas, un elevado cuerpo docente, prominentes intelectuales, una numerosa y creativa fuerza laboral y tantos deportistas, artistas y folcloristas representativos de la cultura nacional?. Este tipo de afirmaciones se tornan aun más graves si se tiene en cuenta que salen de un sociólogo con especializaciones en el país y el exterior, pagadas por nuestra Universidad Diego Luís Córdoba del Chocó.

Por otra parte dice el señor Valencia Barco que su estadía en África le “sirvió para develar las falacias del socialismo”, dizque porque el dictador Mobutu se consideraba socialista, pero a la vez es uno de los más grandes ricachones del mundo, como si la existencia de una corriente filosófica y política universal la definiera la postura oportunista de una persona, por encima de sus principios y de todo su cuerpo ideoteórico. ¿Es que acaso Adolfo Hitler y Benito Mussolini también no se autodenominaron socialistas y lo que realmente pretendían era oprimir a toda la humanidad?

Otros integrantes de ese grupo de afrocolombianas en sus escritos descalifican a la Ley 70 de 1.993 por ser una ley que reivindica a las “comunidades negras” y su cultura, ordena la titulación colectiva de sus territorios ancestrales y el impulso de su desarrollo autóctono a través de formas asociativas de producción, con argumentos como los siguientes: “…Un hombre desprevenido que no conozca su esencia podría pensar que la propiedad colectiva que consagra esta ley es algo novedoso y que encarna un modelo “socialista” en el tema relacionado con la tenencia de la tierra, donde reinará la armonía y la solidaridad entre los beneficiarios, que encarna un modelo revolucionario y ejemplarizante, y que es lo más aconsejable para los negros en materia de propiedad de la tierra. Pero si ese hombre profundiza un poco en el contenido y en los tres aspectos fundamentales: inembargables, imprescriptibles e inalienables,…comprenderá con claridad que es una forma de propiedad congénita de comunidades tribales. Por una razón de fondo: la titulación colectiva, como la contempla la ley, es un retroceso histórico porque va en contravía de la moderna propiedad privada que impera en nuestro actual sistema económico y político…”(José E. Mosquera, El Espectador, abril de 1.995 y El Tiempo, marzo de 2003); “El Consejo de Estado, en providencia de agosto del 2010, ha puesto, por fin, algo de orden conceptual a la aplicación de la Ley 70, orden conceptual que falta en la llamada consulta previa, mecanismo que entró al ordenamiento jurídico mediante la asimilación de la población afrocolombiana a un "pueblo tribal" (Convenio 169 de la OIT ), con ayuda de la Corte Constitucional. Una "inferiorización" bienintencionada, que socava el proyecto moderno de la Carta Política. Por eso, estamos en plena batalla de ideas, por la imaginación de la gente” (Daniel Mera, El Tiempo, junio 29/2011); “…A un “negro” con capacidad intelectual y con dinero no lo discrimina nadie. La fementida deuda social de la que hace rato vienen hablando muchos afrocolombianas, sobre todo chocoanos, no existe y, además, no es cierto. La esclavitud no fue autorizada por el Estado Colombiano. No podemos olvidar que la trata de negros –capturados en África para ser esclavizados- fue ordenada por la Corona Española , no por gobierno colombiano alguno…”(Marco Tobías Cuesta, Chocó Siete Días, junio 3 de 2011).

Según estos confusos razonamientos los administradores del naciente Estado Colombiano obraron con plena justicia al haber indemnizado a los esclavizadores que expoliaron a nuestros abuelos y abuelas por casi cuatro siglos, mientras a estos y sus descendientes se les haya obligado a refugiarse en las zonas más inhóspitas con las manos vacías, a tener que reinventar el vivir, secuelas de lo cual siguen teniendo una incidencia fundamental en el estado de pobreza y marginalidad social actual de las comunidades que estos/as fundaron, cuestión inclusive admitida por la ONU y otros organismos internacionales pertinentes, y sustentada en estudios de prestigiosas universidades y centros de investigación. Pero además, durante la república estas comunidades no han sido debidamente incluidas en los planes de desarrollo nacionales, y es por ello que existe una enorme deuda social para con ellas.

En este sentido, el Movimiento Social Afrocolombiano no solo esta reivindicando para nuestras comunidades un resarcimiento de parte del Estado colombiano, sino también de España y de las demás potencias colonialistas que tuvieron que ver con la abominable empresa esclavista y que durante la república han continuado expoliándolas. Hay que ser reiterativos en afirmar que no puede haber desarrollo y bienestar social sin un acumulado patrimonial histórico, económico, material, intelectual y cultural, y el acumulado, sobre todo material, logrado por milenios en África y por más de cinco siglos en América por nuestros pueblos, se lo han robado otros, por lo cual deben devolverle al menos una buena parte para que emprendan el camino hacia su redignificación, que es lo que ha reclamado el presidente Jean Bertrand de Aristide para el pueblo haitiano, y que reclamó Diego Luís Córdoba para los afrocolombianos. En este sentido, la ley de abolición de la esclavitud fue mezquina para con los afrodescendientes.

Una equivocación crasa en que incurren los integrantes de este grupo de afrocolombianas/os es considerar que todo colectivismo significa atraso e incivilización, y que lo civilizado, civilizatorio y moderno solo procede del occidente capitalista y de sus ideólogos, hoy neoliberales, conceptos hace mucho rato superados por la antropología, la sociología y la economía política. Además, la ciencia de la economía política plantea que en cada tipo de sociedad o de sistema socioeconómico prevalece un tipo de propiedad, que convive con otros menores que así hayan tenido su origen en sociedades anteriores, circunstancias históricas concretas de la sociedad dada justifican su existencia, y siempre estarán afectados por el nuevo estadio o la nueva fase de desarrollo de la sociedad, porque el desarrollo social avanza es en espiral, no en un circulo repetitivo como afirman los filósofos idealistas y metafísicos. Por ello en todas las sociedades capitalistas a pesar de los grandes avances tecnológicos, científicos y culturales, junto con la propiedad privada e individual capitalista, han existido diferentes tipos de propiedades asociativas, entre ellas la cooperativa, la mutual y la colectiva territorial. Por ejemplo, en los Estados Unidos, Francia, Alemania, España e Israel, el Estado mantiene la propiedad sobre la mayor parte de las tierras y existen los sistemas cooperativos más fuertes del mundo, que han venido dando un significativo aporte al desarrollo y al bienestar social de esos países, e igualmente, con base en disposiciones legales comunidades aborígenes conservan su propiedad o dominio soberano sobre sus territorios ancestrales y el Estado entrega la mayor parte de sus tierras en comodato a grupos asociativos para su aprovechamiento.

Igualmente bajo el socialismo la propiedad social socialista, que es la prevaleciente, ha convivido con la propiedad social cooperativa, otras formas colectivas y asociativas de propiedad, propiedades individuales y de tipo familiar.

Parece que este grupo de personas no ha entendido que cuando se trata de la protección de un grupo étnico y de su cultura, el tipo de propiedad territorial válido es el colectivo, y andan confundiendo propiedad o dominio territorial, con propiedad sobre la tierra, que es un concepto netamente comercial. En particular la Ley 70 de 1.993 tiene como propósito proteger y redimir a las comunidades afrocolombianas ancestrales que durante toda la historia de nuestro país vienen compartiendo similar situación de pobreza y marginalidad social con comunidades aborígenes. No es una ley racista como dicen estos señores, porque en ningún aparte está colocando a un grupo social por encima o por debajo de los otros por sus condiciones raciales, y en ningún aparte propone impedimentos para que las personas afrodescendientes que hayan logrado solvencia económica adquieran las propiedades que deseen y puedan, por tanto, tampoco está en contra de la propiedad privada capitalista, ni pretende instaurar el socialismo como estrafalariamente afirman estos señores/as, ni tampoco este último fue el propósito de quienes promovieron la ley.

En sus equivocaciones conceptuales algunos de los afroconfusionistas han llegado a denominar a los consejos comunitarios de comunidades afrocolombianas, productos de la aplicación de la Ley 70 de 1.993, como “bantustanes del pacífico”, identificándolos con los espacios de confinamiento étnico creados por el régimen del apartheid en la otrora Sudáfrica, cuando en realidad en ese país se trató de una medida de la clase burguesa, imperialista, colonialista y racista para despojar a los nativos de sus tierras más fértiles y ricas en minerales estratégicos, y para mantenerlos bajo control como fuerza de trabajo superbarata. Al contrario, los consejos comunitarios logrados por el Movimiento Social Afrocolombiano han sido una medida para defender los territorios ancestrales de las comunidades afrocolombianas y para limitar su invasión por los foráneos, capitalistas nacionales y extranjeros, impulsores de negocios lícitos e ilícitos, a quienes en aras de maximizar sus ganancias no les importa depredar los maravillosos ecosistemas que estas comunidades con sus prácticas sociolaborales y culturales han contribuido a conservar, para bien del país y de la humanidad en general. Son esos grupos de capitalistas quienes a través de sus criminales grupos armados, hoy confinan a nuestras gentes en especies de “bantustanes” en aras de apoderarse de sus tierras y territorios ancestrales.

En los anteriores razonamientos se pueden ver los graves efectos de la educación eurocentrada, individualista y de corte capitalista que ha imperado en Colombia, y que ha llevado a la alienación y a la enajenación de la mayoría de nuestros profesionales, que llegan hasta a tener comportamientos indolentes y endorracistas para con su propia comunidad o pueblo. Entre otras cosas, mientras Marco Tobías plantea que “A un “negro” con capacidad intelectual y con dinero no lo discrimina nadie”-lo cual es muy dudoso porque está demostrado que la valoración social de las personas está directamente relacionada con la valoración social y las condiciones socioeconómicas y políticas de su pueblo o comunidad de origen- y que por ende cada afro debe dedicarse únicamente a la búsqueda de títulos académicos y a conseguir dinero, olvidándose de las causas sociales y objetivos colectivistas. El Movimiento Social Afrocolombiano y su dirigencia propenden es la redención de las comunidades y del pueblo afrocolombiano en general, desde la defensa de sus territorios ancestrales, la recuperación de su historia real, la visibilización y fortalecimiento de su cultura, su participación política en condiciones de igualdad y un desarrollo autóctono que le garantice una adecuada calidad de vida.

Todo esto me lleva a insistir en mi convicción deque nuestros profesionales y quienes asumen el papel de dirigentes del Movimiento Social Afrocolombiano, deben abrevarse suficientemente en el conocimiento de la historia de la africanía y en los conceptos básicos de la economía política, para poder tener la debida claridad sobre las causas de las grandes problemáticas de la afrocolombianidad y de la africanía, poder definir adecuadamente como actuar consecuentemente con la causa de sus comunidades y pueblos, y saber hacia donde dirigirse en cada fase o momento del devenir nacional y mundial. Azabache, agosto/2011.

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