Fuente: http://aranandoelcieloyarandolatierra.blogspot.com/2011/07/joe-arroyo-amor-dolor-y-creacion.html
Por: Popayán, julio 29 de 2011
De niño soñaba con ser un gran cantante. Encerraba su voz en un balde para escucharse a sí mismo porque los demás le decían que con esa voz chillona además de hacer mucha bulla no llegaría a ninguna parte. Los que sabían de música lo estimularon. Así empezó, aprendió y descolló. Se alimentó del folclor Caribe que armonizó con la salsa y herencias africanas para crear su propio género y estilo sonoro. Interpretó a su pueblo como el que más, convirtiendo el sabor amargo de la miseria y el amor incomprendido, en motivo de alegría y regocijo. Como hacen los verdaderos artistas.
Guardaba en su alma una inocencia propia de los puros que era a la vez el motor de su “dolor creativo”. Cómo nunca supo canalizar ese sufrimiento de una manera controlada, sus emociones explotaban convertidas en ritmo, poesía y melodía. Cuando la creatividad musical que era un paliativo no sirvió de mucho, recurrió a las drogas y al alcohol, que como todo calmante no sólo le amplificaba el sufrimiento sino que lo iba mermando en su natural disposición creativa y en su salud.
A pesar de “caer” en el infra-mundo, muy cerca de la locura y de la muerte, su pueblo lo premió con un amor inmenso que – hoy que “el Joe” ya no está – se desborda por todos los poros del territorio y abarca a las nuevas generaciones que no lo conocieron en vida. Joe Arroyo entró en el reino de los inmortales. Ni él mismo supo cuanto lo querían. Si lo hubiera adivinado, tal vez estaría vivo produciendo más y más música maravillosa. Pero vaya que es difícil percibir y sentir ese amor en medio de la fama. Se confunde con admiración e interés prosaico.
Ese reconocimiento popular que ha brotado como una avalancha de amor y dolor sólo fue alcanzado por Jorge Eliécer Gaitán en el último siglo. Así estamos de huérfanos y faltos de amor los colombianos, viviendo nuestras tragedias en medio del ron y de la rumba. Este sentimiento que el pueblo manifiesta por uno de los suyos – negro, salsero, sencillo, rebelde e inocente – es una pequeña muestra de la pasión subversiva que está por allí escondida en nuestro inconsciente colectivo. Ha brotado como un llamado de atención para quienes han cedido ante el “cortesanismo” y el arrodillamiento ante los poderosos. Es también una bofetada instintiva e involuntaria para todos aquellos – especialmente políticos – que buscan la fama sin saber lo que es sufrir.
Gloria eterna para “el Joe”. Ojalá el espíritu que rebrota en su pueblo motivado por su desaparición física, pueda ser canalizado hacia la conquista de metas que hagan posible que nuevos “Joes” surjan de lo más profundo de nuestro ser social y popular. Los necesitamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario