Fuente: http://www.elespectador.com/impreso/opinion/columna-325165-desesperanza-y-gasto-militar
Por: Jaime Arocha
El héroe del novelista nige-riano Ben Okri, invitado al Hay Festival, es Azaro, un niño a quien sus ancestros tratan de llevárselo y sus padres de mantenerlo entre los vivos.
Por ese trasegar conoce la selva que rodea a su ciudad, donde ve cómo por cada árbol talado soplan vientos malignos que desplazan a las deidades propiciatorias de la vida, las cuales van a parar al tugurio infestado de ratas donde el niño habita con su padre, un estibador rebelde, y su madre, una vendedora cuyo puesto en el mercado depende de chantaje y violencia.
La conflagración que enfrenta Azaro por culpa de políticos corruptos se me vino a la mente por el atentado que las Farc llevaron a cabo en Tumaco, cuya ensenada recibe aguas de ríos como el Magüí, que hasta hace poco fluía rodeado de selvas frondosas. Hoy sobre sus árboles derribados circulan nuestros vientos malignos de la violencia que va con la minería y los monocultivos de hoja de coca y palma aceitera, según el deletreo que hace el Auto 005 que la Corte Constitucional emitió en 2009, debido al incumplimiento del Estado en sus obligaciones con los desplazados afrocolombianos, muchos confinados en tugurios del puerto.
La prensa habla de las cargas de dinamita que explotaron allá, como si se tratara de una anormalidad. Sin embargo, son el medio cotidiano de Rastrojos, Águilas Negras y Farc para extorsionar comerciantes. Ese castigo hace parte del panorama que motivó la Marcha de la Desesperanza, realizada en septiembre de 2011. Se denominó así por el desamparo que reina, pese a que desde 2004 toda esa región del Pacífico nariñense es objeto de la llamada Política de Consolidación Territorial que el gobierno desarrolla con fondos norteamericanos para lograr una intrincada interacción de ministerios y agencias estatales, dentro de la cual las Fuerzas Armadas cumplen el papel protagónico. De ahí el refuerzo que recibió a partir de mayo de 2011, mediante el Plan Troya que involucra a los Batallones No. 10 de Guapi, de Infantería de Marina No. 70 de Tumaco y los de Asalto y Apoyo, con 1.400 hombres adicionales, además de los “2.400 integrantes de 10 de los 30 escuadrones móviles de carabineros encargados de erradicar manualmente los cultivos de coca”, según ilustra el informe de Monitoreo Ciudadano Internacional del Modelo de Acción Integral que se divulgó a finales de 2011 (http://ccai-colombia.org/2011/09/17/tumaco-la-marcha-de-la-desesperacion/). De acuerdo con ese documento, no disminuyen las exportaciones de pasta de coca, y más bien se “ha incrementado la crisis humanitaria de Tumaco y municipios vecinos, así como los combates, las zonas minadas y los enfrentamientos, entre otras situaciones que afectan a la población civil”, incluyendo los feminicidios y la prostitución infantil que promueven “militares colombianos y de Estados Unidos […]” en El Morro.
Añade que “a pesar de la presencia de más de 20 agencias de cooperación que promueven proyectos de sustitución de coca y proyectos productivos, el desempleo y la falta de ingresos es la constante en Tumaco”. La reacción, el crimen. Semana informa que en las escuelas los “niños ya hablan de ‘fierros’ [y] de ‘vueltas’. Les sacan plata a los más débiles a punta de amenazas”. No han conocido los espíritus que propiciaron a Azaro, sino vientos malignos que soplan con cada árbol tumbado.
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