Por:
Beatriz Aiffil*
José Leonardo de esa y otras historias se enteró. José Caridá también.
Eran
libres pero estaban hartos del maltrato a los hermanos, informados de
los avances legales en cuanto a aquello de igualdad y libertad. En sus
viajes se habían enterado de rebeliones en otros lados, así que armaron
una ¡Conspiración…!!!
Por ahí vienen lo negro levantisco
Vienen pues lo negro alzao.
Oye men, no le pegue a la negra…
Ni a lo negro.
Se prendió la zaparapanda en las haciendas. Por allá por Coro se armó el samplegorio.
Es decir, el jaleo y la confusión.
Tongo le dio a Don Rodolfo
Borondongo le dio a Don José
Y Muchilanga a quien se atravesó.
¡Alboroto…!!!
José Caridad, loango del Congo
Negro fugao de Curazao.
Sabía de la francesa ¡Revolución…!!!
El zambo José Leonardo,
el de Curimagua.
Sabía de Haití, ¡Sublevación…!!!
Negros, pardos e hijos de Guaicaipuro iban de Macanillas a la toma de Coro.
Lamentablemente los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital…
Apresados, revendidos y ajusticiados por el delito de ¡Subversión…!!!
José
Caridad, prisión y balas por ley de fuga… José Leonardo, persecución,
prisión, horca en la plaza Mayor de Caracas. Su cabeza colgada “en jaula
de fierro sobre un palo de veinte pies de largo en el camino que sale
de esta misma ciudad para Coro y para los Valles de Aragua, y las manos
remitidas a la ciudad de Coro para que una de ellas se fije camino de
Curimagua, y la otra en la altura de la sierra”.
Todavía, en cada luna nueva cuando la noche es mayor, los aires dejan oír las manos de José Leonardo repicando los cueros.
Y no es mentira…
El que tenga oídos que oiga:
Yo, José Leonardo Chirino, de sangre negra e india, me alcé por los negros y por los indios y por los pardos.
Dimos
la señal desde la hacienda Macanillas, nos encomendamos a las ánimas,
al señor de los caminos y a Ogún, izando las banderas de libertad para
los esclavizados, no cobro de impuestos a los indios y liquidación de
los dueños de gentes porque ¿hasta cuándo…?
Supimos
de negros alzados en Santo Domingo, Santa Cruz, Guadalupe y Martinica.
Nos contaron del negro Miguel. Juan Andrés López del Rosario, lo
llamaban Andresote, había sacudido la mata cincuenta años antes. ¿Que
ese movimiento no vale porque era asunto de contrabando o de
comerciantes…? ¿Qué ese movimiento no cuenta porque la señora Mechita de
Los Palotes no lo consigue en su libro de Historia? Pues entonces
tampoco vale el de 1810, que era para proteger los derechos del rey.
¡Ahí ta´ pues…!!!
Cuando
tronamos desde estos valles y montañas, no conocíamos a Páez ni a
Bolívar. Ellos vinieron después. Y primero vino Boves, advierto. Ninguna
colonia española, francesa, ni inglesa se había liberado de su
metrópoli. Andresote era un recuerdo. Pero estaba allí latente, como
latentes estaban todas las rebeliones protagonizadas por los hermanos
negros e indios.
Aquella
noche de mayo los tambores murmuraron entre las matas y los ríos
dejaron de correr para no hacer ruido. Esa noche nos tocaba a nosotros y
los árboles, al tanto de la situación, explayaron sus hojas y
extendieron sus ramas hasta el suelo para que las usáramos de escondite.
Exigíamos respeto a los amos que ya no serían más amos cuando
lográramos instaurar nuestro reino de justicia.
Seguimos en pos de ese reino.
*representante de la Junta Conservadora de los Derechos
del Rey Miguel y la Reina Giomar, en conmemoración del alzamiento del 10
de mayo de 1795.
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