miércoles, 15 de diciembre de 2010

LA DOMINACIÓN RACIAL EN FRANCIA: UNA ENTREVISTA DE SADRI KHIARI POR DANIELE OBONO

Queridos amigos/as lectores/as,

Aqui les mandamos un nuevo articulo traducido por l@s traductor@s del GDT. Se trata de una intrevista con Sadri Khiari, uno de los miembros fundadores del Partido de los Indígenas de la República (PIR) de Francia, del cual es actualmente unos de los dirigentes principales.

La dominación racial en Francia: una entrevista de Sadri Khiari por Danièle Obono

Lean y circulen ampliamente!
El equipo del GDT.

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La dominación racial en Francia


Entrevista de Sadri Khiari realizada por Danièle Obono

Sadri Khiari, activista tunecino exiliado en Francia desde principios del año 2003, es uno de los miembros fundadores del Partido de los Indígenas de la República (PIR) del cual es actualmente unos de los dirigentes principales. Ha publicado, entre otros, Pour une politique de la racaille. Immigré-e-s, indigènes et jeunes de banlieue, éditions Textuel, Paris, 2006 et La contre-révolution coloniale en France de de Gaulle à Sarkozy, éditions La Fabrique, Paris, 2009. El MIR (que despues se convirtió en PIR al transformarse en partido político) nació a partir de un llamado, en enero del 2005, titulado “Somos los indígenas de la república”1, firmado por varios miles de personas y asociaciones. Desde entonces, el PIR intenta unir y organizar en su seno militantes descendientes de la migración colonial y de barrios populares en Francia con la perspectiva de construir un instrumento de lucha política autónoma, sobre la base de una problemática articulada por las cuestiones del racismo, del colonialismo y del imperialismo.


Danièle Obono: El llamado de los Indigènes, que ha creado mucha controversia, ya tiene más de cuatro años. El Movimiento de los Indígenas de la Republica (MIR) fue creado unos meses después. ¿Donde están hoy con respecto a este proceso, y en particular en lo de construir un partido político de los Indigènes ?

Sadri Khiari: El llamado que hemos lanzado en enero del 2005 es el documento fundador del MIR y sigue siendo nuestra referencia primordial. Desde entonces, hemos precisado ciertas cuestiones, desarrollado nuestras concepciones y empezado a elaborar un verdadero proyecto político positivo, que no se quede solamente en la contestación sino que pueda también ser un instrumento de reconstrucción política del país en el cual vivimos. Esto nos llevó a adoptar otro documento importante titulado : “¿Quienes somos?”, a concebir propuestas formuladas en la víspera de la última elección presidencial (“Elecciones: las exigencias del MIR”, L’Indigène de la république, n°3, Enero 2007), y a asumir numerosas posiciones sobre diferentes eventos políticos, que también aprovechamos para precisar y ampliar nuestras concepciones. Sin olvidar las numerosas contribuciones de nuestros militantes o de nuestros amigos, la mayoría de estos textos están disponibles en nuestro sitio web. Pero no hay milagros. Un verdadero programa y una estrategia, cosas indispensables para no caer en la politiquería, son obras colectivas. No se conciben en una biblioteca. Hay que tener una inserción social real, estar en contacto con la realidad de los conflictos, probar, intentar, experimentar orientaciones y, a veces, caerse al piso. Es preciso también entrar en diálogos continuos, incluso con los que no comparten nuestros puntos de vista. Hace falta un órgano de acumulación, de sedimentación y de síntesis de estos múltiples esfuerzos. En resumen, hace falta un partido. Por ahora, tenemos un cuadro problemático que permite concebir soluciones, un mínimo de experiencia y una voluntad determinada de pensar por nosotros mismos. Como Martin Luther King – pero seguramente no como Obama – tenemos un sueño. El sueño de un mundo sin imperialismo, sin colonialismo, sin racismo. Tenemos una ambición colectiva como heredados de la colonización, migrantes o hijos de migrantes, la ambición de participar en el gobierno de Francia, de ser parte de sus decisiones políticas, de actuar sobre su presente y su porvenir, desde la base pero tambien desde las más altas instancias de decisión del Estado. En resumen, ya no queremos estar fuera de la política, ni que se decida por nosotros, queremos participar en el poder para poder iniciar en este país una política descolonial [nota de los traductores: La política descolonial que plantean “Les Indigènes de la Republique” significa descolonizar radicalmente el estado y la sociedad francesa para poner fin a su carácter imperialista, colonialista, capitalista, patriarcal, blanco. eurocentrado].

Nuestro proyecto no es constituir un lobby sino un movimiento popular de movilización desde abajo. La participación en las instancias de poder es un engaño si no se sostiene en una verdadera relación de fuerza con raíces en la resistencia. Para decirlo de otra manera, no estamos aquí ni para presionar, ni para llorar, ni para indignarnos, ni únicamente para protestar. No tenemos el complejo de los que piensan no tener ningún derecho sobre Francia, ni el sentimiento de impotencia de los que se paralizan por temor a la “recuperación” [nota de los traductores: cooptación] porque se consideran víctimas de alguna conspiración maquiavélica fomentada contra nosotros por fuerzas oscuras. Tampoco somos aislacionistas desesperados para quienes todo está perdido y que tejen con amargura sus tejidos, excluyéndose así ellos mismos de la política. La autonomía no es el separatismo, sino la construcción de una relación de fuerzas. No somos maximalistas, ni apocalípticos, pero tampoco haremos la “danza del vientre” para seducir. Sin embargo, estamos conscientes de que la realización de nuestros sueños no se dará de una vez como por arte de magia, que se necesitarán muchas batallas, una transformación de las relaciones de fuerzas filosóficas, morales, culturales y políticas. Sabemos que la emergencia de una mayoría política descolonial implicará profundas recompocisiones del campo político, que deberá tener raíces en amplias capas populares a pesar de las contradicciones que las atraviesan y que nos atraviesan. Pero también estamos convencidos que un tal cambio no podrá realizarse sin nuestra voluntad independiente, es decir, sin nuestro propio partido, un partido que represente el conjunto de las poblaciones “indigenizadas”, un partido en el cual seremos maestros de nuestro propio pensamiento, de nuestras prioridades políticas, de nuestras alianzas, de nuestra “agenda”. Es en esta construcción que estamos trabajando desde la Marcha de los Indígenas del 8 de mayo 2008, cuya consigna era: “Construyamos nuestro propio partido”.

Bajo una forma u otra, intentaremos, desde este punto de vista, estar presentes en los comicios electorales más importantes. No estaremos preparados para las elecciones regionales, pero en las municipales (alcalde), habrá que contar con nosotros en ciertos condados. Nos orientaremos probablemente hacia la constitución de listas “indigenes” donde sea posible. También estamos reflexionando acerca de las elecciones legislativas y presidenciales.




DO: Esta decisión de construir un partido “propio” suena en parte a una denuncia de las organizaciones políticas de izquierda y ultra-izquierda a las cuales las poblaciones migrantes y sus hijos acudieron por mucho tiempo. ¿Cómo explicas que no hayan encontrado un sitio en ellas? O quizás esta manera de pensar la política, por la “integración” a los partidos existentes, ¿no será todavía demasiado dogmática y tachada de aceptación del mundo “blanco”?…

SK: Ya he dado unos elementos de respuesta, pero para reaccionar mas directamente a su pregunta, yo diría que los no-blancos están excluidos por el conjunto del sistema político, y esto es la principal encarnación del neo-indigenato. Añado que esta exclusión, si bien coincide con la minorización política de las capas económicamente desfavorecidas, no se reduce a eso y procede de otra lógica: la que, precisamente, analizamos como racial. Con respecto a los partidos, tenemos que reconocer que varias generaciones de militantes de la migración han intentado actuar en ellos, sin resultado alguno. Al contrario, los grandes partidos, tanto de derecha como de izquierda, siguieron políticas que iban cada vez más en contra de nuestros intereses. En cuanto a las organizaciones más pequeñas, de izquierda, nunca consideraron que nuestras preocupaciones merecían ocupar un lugar central en su intervención. Es significativo que en ninguna de las formaciones políticas existentes, las poblaciones descendientes de la migración colonial están representadas en proporción de su realidad social, sin hablar de su casi ausencia en los órganos de dirección. Y si hoy se nota una muy ligera mejora, que de hecho es muy ambivalente, se debe probablemente a la influencia de la revuelta de los barrios y, mas recientemente, a el “efecto Obama”. ¿Cómo, en esta situación, podríamos sentirnos representados por estos partidos? Es imposible. Usted dijo que por mucho tiempo los migrantes y sus hijos acudieron a la izquierda y a la ultra-izquierda, pero, para ser precisos, haría falta decir que por mucho tiempo – y sigue siendo así- la mayoría de los migrantes coloniales y sus hijos votaron por la izquierda. Esto no significa, de ninguna manera, que se reconocían masivamente en la izquierda y sus luchas pero, más prosaicamente, que la izquierda les parecía un mal menor o que por lo menos no iba a implementar las políticas racistas que preconizaba la derecha. Lo cual también resultó ser una ilusión. De hecho, en las últimas elecciones presidenciales, muchos franceses migrantes votaron por el Modem,2 simplemente porque se dieron cuenta que sobre las cuestiones que les interesa, el Partido Socialista [nota de los traductores: partido perteneciente a la socialdemocracia europea y próximo a políticas neo-liberales] no es mejor que la Unión por la Mayoría Presidencial [nota traductores: la UMP formada por Chirac y lidereada hoy por el presidente Sarkozy], y, en este caso, ¿porque no probar con el Modem ? De ningún modo nos podemos imaginar que se sientan representados por el Modem. La incapacidad de todos estos partidos para representarnos no es solamente circunstancial. Si su política no toma en cuenta nuestras necesidades mas que ocasionalmente, si no tenemos lugar en ellos, es que, al igual que el conjunto de las instituciones de este país, forman parte del sistema racial. Se pelean entre ellos, pero participan todos, en diversos grados y según modalidades a veces complejas, en la preservación del privilegio blanco. La estructuración aparente del campo político entre derecha e izquierda esconde la dominación racial al mismo tiempo que contribuye a su reproducción. Si queremos constituir un partido de los indígenas, es justamente para desgarrar este velo, hacer aparecer en el escenario público esta otra conflictividad que es la cuestión racial. Si queremos constituir nuestro propio partido, es porque lo que funde la política propiamente indígena es la opresión racial. Y una de sus encarnaciones es el asimisionalismo republicano, del cual los partidos existentes son también los instrumentos. En efecto, estos partidos están concebidos según el modelo republicano: en ellos no existen oficialmente sino individuos o ciudadanos abstractos, atomizados, sin determinación alguna.

En una parte de la izquierda es cierto que se ha tomado en cuenta el hecho de que un individuo está socialmente determinado por su lugar en el proceso de trabajo. De ahí que hayan surgido las distintas formas de partido de los trabajadores o de la clase obrera. Pero se ha ocultado esta poderosa determinación social que es la posición en el proceso de reproducción de estos grupos estatutarios que yo llamo las razas sociales y que resultan de la jerarquización entre blancos y no-blancos producida por las distintas formas coloniales y también por las resistencias generadas por ella. Este ocultamiento no solamente lleva a no comprender el rol de estos partidos en la preservación de la supremacía blanca sino también en no integrar en su propio seno, en sus propias modalidades de estructuración, la realidad de colectivos sociales con expectativas particulares en términos por ejemplo de cultura, de relación con la historia, la nación, etc. Los partidos blancos no pueden resolver este problema porque se han construído dentro del moldo republicano, versión jacobina, reforzado por la tradición asimilacionista colonial. Apenas aludimos a esta cuestión, se nos agita el fantasma del comunitarismo anglosajón. Yo no creo que este modelo sea interesante para nosotros – nada más que ver la magnitud de las discriminaciones raciales en Gran-Bretaña y en los Estados-Unidos – pero también parece claro que el modelo republicano francés igualmente se tiene que superar. Por supuesto, no en el sentido que sugiere Sarkozy en sus discursos. La pregunta para nosotros está en la concepción misma del partido que queremos construir. En efecto, estamos concientes de que los indígenas, por sus historias diferentes pero también por las políticas implementadas contra ellos, están insertados de manera diferenciada y jerarquizada en la sociedad, lo que podría reflejarse en el partido que queremos construir. Por eso estamos reflexionando en una forma de partido que tome en cuenta estas diferencias, articulando en su modo de funcionar, de elaborar y de tomar decisiones en espacios que reunan a todos los militantes unidos por su condición de indígena, y espacios que organizen como colectividades los distintos componentes del nuevo indigenato sobre la base de sus particularidades históricas y culturales reivindicadas.




DO: Un partido significa un proyecto político concreto y no solamente la afirmación de un modelo de sociedad ideal…

SK: Efectivamente, como dije antes, tenemos un sueño pero no nos quedamos únicamente en el sueño. Sabemos que este proceso será largo y que habrán choques, que tendremos que convencer, forzar y con frequencia negociar. Así es toda acción política, y más aún para nosotros, que constituímos actualmente una minoría social. Por eso pienso que tendremos que apoyarnos sobre una suerte de programa intermediario que no sea un repertorio de reivindicaciones de tipo “sindical indígena”, sino que esboze las líneas directoras de un proceso reformador capaz de emprender un proceso descolonial, es decir, obstaculizar y contradecir las lógicas imperiales y raciales del estado y de la sociedad francesa integrando a la misma vez demandas políticas distintas que las que a nosotros nos atañen especificamente y que incluso tome en cuenta las preocupaciones de los “otros”, los blancos. Sin negarnos a nosotros mismos, se tratará, a traves de este programa intermediario, de dotarnos de una herramienta política para unir los indígenas y los habitantes de los barrios populares, que muchas veces están indigenizados [nota de los traductores: para Sadri esta categoría incluye blancos pobres que están indigenizados], para construir lazos de cooperación puntuales o duraderos con otras fuerzas, incluso blancas, con el objetivo de desarrollar una estrategia de construcción de largo plazo de una mayoría política descolonial enrraizada en el conjunto de los sectores desfavorecidos de la población. En resumen, se trata de esbozar un proceso que no sea de palabrería hueca sino capaz de impulsar consensos dinámicos – y con eso quiero decir que conflicto y consenso son dos caras de la misma moneda – atrayendo círculos cada vez más amplios de la sociedad francesa alrededor de un proyecto descolonial. Sabemos que nuestra lucha será larga, pero no le tememos al tiempo.




DO: ¿Nos podrias decir más sobre el contenido de este programa intermediario?

SK: Puedo por supuesto hacer algunas observaciones genéricas, pero no tendrán sentido sino en proposiciones concretas. Quisiera decir para empezar que las desigualdades raciales son producidas por múltiples lógicas sociales, culturales, administrativas y políticas producidas, entre otras cosas, por la colonización y el imperialismo. Entonces una política que no piensa todos los niveles donde se encuentran las raíces de este racismo institucional estaría condenada al fracaso. Medidas contra las discriminaciones en el trabajo, por ejemplo, no tendrían éxito sin una transformación de las relaciones de ciudadanía en el seno de las empresas, una reforma cultural, un nuevo enfoque sobre la migración o revisiones profundas del orden republicano. Por eso hace falta un “plan global” contra las desigualdades raciales. Hay que pensar en mecanismos que bloqueen la lógicas racializantes, en instancias en las autoridades ejecutivas que tendrían la responsibilidad de vigilar su aplicación en todos los sectores de la acción pública, pero también que ejerza un poder de obligación– y no solamente de incitación – en el sector privado. Un tal plan debería incluir la enseñanza. En efecto, la escuela es una institución fundamental en la construcción de la conciencia colectiva y de la nación. No es suficiente introducir algunas líneas sobre la memoria de la esclavitud para cambiar la idea que los Franceses se hacen de ellos mismos y de Francia. Para desequilibrar el eurocentrismo blanco habría que revisar radicalmente los programas de enseñanza en las distintas materias. De manera más general, es en el conjunto de las políticas culturales que hay que actuar. También está la política de migración, la cuestión de la laicidad, las relaciones con los “Dom-Tom” [nota de los traductores: Departamentos y territorios de ultra-mar localizados en el Caribe, el océano Pacífico y el océano Índico], la política internacional de Francia, en particular con sus antiguas colonias o con la cuestión palestina. Todos estos niveles contienen lógicas que crean racismo.

Pero quiero insistir aquí sobre la ciudadanía. El sistema indigena contemporáneo empieza por una negación de la ciudadanía. Es impactante constatar que en todos los proyectos presentados oficialmente, las instancias encargadas de negociar o de controlar la aplicación de las medidas anti-discriminatorias son las mismas que participan, en diversos grados, de la reproducción de las desigualdades raciales. Por ejemplo, ¿qué se puede esperar de una negociación entre empresarios y sindicatos mayoritarios que están preocupados por manterner los privilegios de los trabajadores blancos? Habría que imaginar, al contrario, dispositivos que garantizen la implicación de los que están siendo discriminados en el control de las políticas públicas y del sector privado. ¿Porqué no, por ejemplo, instalar en las empresas así como también en la función pública un control de los reclutamientos, de las promociones, de la organización del trabajo por instancias representativas de los asalariados indígenas y de las organizaciones antiracistas? Se pueden concebir similares dispositivos en los organismos que se encargan de la vivienda pública. De una manera más general, no habrán progresos en la lucha contra el racismo institucional si los que son sus principales víctimas están excluidos de las esferas de control, decisión y de concepción. Deben estar presentes en ellas con absoluta autonomía. Por supuesto, todo esto crea preguntas sobre su auto-organización y también sobre el problema inmenso de su representación política en el campo institucional. Hasta ahora, solamente se ha pensado en términos de integración de los indígenas a los partidos blancos: ¿cómo abrir estos partidos a la “diversidad”? Yo no estoy seguro de que esta es la pregunta adecuada. A mi juicio, hay que tomar medidas para facilitar el acceso de los indígenas a las instancias de representación y autoridad. Se ha planteado lo de las elecciones proporcionales y efectivamente esto sería positivo. Sin embargo, el reconocimiento de la ciudadanía de los migrantes es otra cosa. Numerosas reformas en este sentido podrían implementarse a todos los niveles de la sociedad política para que esta última sea realmente representativa de los distintos componentes de la población. Por supuesto, impulsaremos las reformas que nos parezcan mas importantes. Pero también hay una revisión institucional que realizar que no ocurrirá sin un choque con los republicanos ortodoxos. Tendría como objectivo encarnar al multiculturalismo. No es suficiente decir “Sí, Francia es multicultural”. También hay que desarollar dispositivos que permitan a las minorías culturales existir en el estado, como cuerpos colectivos y tener realmente su palabra sobre las cuestiones que les interesa. Las corrientes “regionalistas” piden derechos colectivos para las minorías territoriales “antiguas” [nota de los traductores: aquí no está hablando de minorías etno/raciales sino de regiones territoriales en minoría], pero de manera extraña, no se plantean que una tal reivindicación pueda ser legítima también para las nuevas minorías indígenas. En esta perspectiva, importará definir también los dispositivos que garantizen los derechos individuales. No se trata en efecto de posicionar a cualquiera dentro de una minoría contra su voluntad. El conjunto de estos temas, presentados aquí en desorden, forman naturalmente parte del trabajo programático que hemos empezado. Dicho esto, estas reflexiones no deberían ser llevadas solamente por nosotros. Deberían ser centrales en la agenda de todos los que consideran que el imperialismo y el racismo han generado la barbarie y seguirán haciendolo.




DO: Hablan de “lucha de las razas sociales”, de “indígenas”, de “colonizados internos”, de un “nosotros” al cual oponen un “ustedes”, los “no-indígenas”, los “blancos”, los “souchiens”3, etc.. Esta lectura de las relaciones sociales en términos de categorías “identitarias”, ¿no estaría muy inamovible? ¿No temen que estas categorías impidan las convergencias alrededor de este programa intermediario?

SK: Lo que podría impedir estas convergencias no son las categorías de análisis ni el hecho de nombrar explícitamente lo que generalmente se calla, es decir la división racial que atraviesa el conjunto de la sociedad francesa, capas trajabadoras incluidas. Es la división racial en sí, son los privilegios a menudo socio-económicos, siempre simbólicos, culturales, políticos de los cuales se benefician los blancos/europeos/cristianos que constituyen el obstáculo real a estas convergencias. Cuando hablamos de razas sociales no hacemos mas que enfatizar el hecho de que el colonialismo/imperialismo fabrica una jerarquía de grupos sociales de acuerdo al cual se clasifican los grupos como blancos/europeos/cristianos o no. Afuera de esta forma de dominación globalizada y de las resistencias que genera, las razas no tienen existencia histórica. De manera que cuando hablamos de indígena, de blanco o de razas sociales, no se trata de ninguna manera de categorías identitarias, como usted dice, sino de una relación social colonial. Pero las identidades también son relaciones sociales en sus dimensiones culturales y simbólicas y estas identidades hoy disimulan con frecuencia relaciones sociales de raza. Existen identidades dominantes e identidades dominadas, y éstas, aunque reflejan parcialmente las identidades dominantes, pueden constituir palancas de resistencia a la dominación. Como movimiento político, esta cuestión identitaria nos interesa desde el punto de nuestra lucha descolonial. Y debería interesar tambien a todos los que se definien como antiracistas y anti-imperialistas. Mientras la izquierda no reconozca la realidad de los privilegios blancos – incluso en el plano de la identidad – podrá gritar la consigna de “trabajadores franceses, trabajadores migrantes; mismo patrón, misma lucha” cuantas veces quiera, pero serán palabras al viento y nada mas que palabras al viento. O peor aún, será una forma de subordinar a los trabajadores migrantes y a sus hijos a las demandas particulares de los trabajadores blancos. Entonces, para despejar el terreno hacia futuras convergencias necesitamos primero entender el mundo como es, aunque sea desagradable para algunos. Esto último es lo que tratamos de hacer. Sin descartar las otras fracturas sociales, las categorías que usamos buscan cómo entender la vida real, sin los engaños de la ideología republicana [nota de los traductores: Ideología que a nombre de la igualdad abstracta encubre las desigualdades etno/raciales, sexuales y de género y acusa a los que intentan luchar contra estas formas de opresión con la retórica de “comunitarista”. Esta acusación de “comunistarista” en el contexto francés significa ser acusado de defender las reivindicaciones particulares de su propio grupo en detrimento de la “igualdad” de todos los ciudadanos. Sin embargo, lo que existe en Francia es un comunitarismo masculino blanco en el poder que se encubre y auto-representa como defensor de la “igualdad” y acusa de “comunitatista” a los grupos oprimidos que protestan contra la dominación racial y patriarcal]. Que a veces nosotros también esquematizemos la situación o usemos fórmulas demasiado crudas a los ojos de algunos, primero nos hace sentir mejor, y segundo genera un debate muy útil. Se ha comprobado, por ejemplo, que el documento del llamado de los indígenas [nota de los traductores: se refiere al documento público del 2005 titulado ya no choca a nadie después de haber creado infinitas controversias que terminaron por integrarse en la reflexión colectiva.

DO: ¿Piensas que sea posible algún día una alianza entre ustedes y organizaciones de la izquierda radical ?


SK: La pregunta es, de manera más general, la de las relaciones que podríamos establecer con otras formaciones políticas en la perspectiva de constituir esta mayoría descolonial a la cual aspiramos. Es un movimiento que tomará tiempo y probablemente para este momento el paisaje político será muy diferente del que conocemos hoy. A excepción de si se piensa en una lógica binaria, la realidad de las conflictividades raciales no excluye una convergencia. A pesar de las oposiciones reales, existen, por supuesto, intereses comunes entre las capas populares blancas y los indígenas que podrían permitir negociar alianzas. Por lo menos, esta es nuestra apuesta. Pensar de manera contraria nos llevaría a un callejón sin salida estratégico. El objetivo de una mayoría política descolonial en Francia no sería sino una utopía mas. Sin embargo, nuestra prioridad hoy es unir los indígenas y construir su independencia política, y, cuando llegue el momento, supongo que estaremos abiertos a todas las fuerzas que respeten nuestra autonomía y se comprometan en una perspectiva descolonial en serio y no de manera intermitente. No tenemos ningún a priori ideológico en la manera de concebir nuestras hipotéticas alianzas, sean cooperaciones puntuales o más duraderas. Estarán determinadas por su capacidad de hechar nuestra lucha hacia adelante. No pedimos a las organisaciones de la izquierda radical que compartan nuestros análisis. Sabemos muy bien que un blanco de izquierda se ofende cuando le decimos que, para nosotros, él es parte de los dominantes. Lo que esperamos es un acuerdo sobre posiciones políticas, sobre las luchas a desarrollar, sobre las reformas a implementar. Lo que exigimos es el respeto de nuestra autonomía. Y estamos muy lejos de esto.

Quiero añadir que puede existir una disyunción entre los imperativos de corto plazo, o a escala local, y los imperativos de largo plazo, o a escala nacional. Tomemos un ejemplo: las dichosas “estadísticas étnicas”,4 que generaron violentos debates al principio del año 2009 cuando Yazid Sabeg fué nombrado por Sarkozy comisario de la diversidad. Esto es un tema muy controversial donde tanto la izquierda como la derecha comparten las mismas premisas. Otro ejemplo: ¿se debe tirar piedras a los electores descendientes de migrantes que votan en contra de un candidato de izquierda que organiza un hermanamiento con una ciudad israelí? Otro ejemplo adicional: si un alcalde comunista multiplica las maniobras para impedir la construcción de una mezquita en su ciudad, ¿se puede repudiar a los elecotres musulmanes que voten a favor del candidato de derecha porque se compromete en dar las autorizaciones para construir esta mezquita? Todos estos ejemplos ilustran que la oposicion derecha/izquierda no da cuenta, acualmente, de la división racial. Para decirlo de otra manera, la izquierda, incluso la más radical, no es, al contrario de lo que ella cree, sinónimo de antiracismo y tendrá que cambiar si quiere ser un aliado creíble a los ojos de las poblaciones decendientes de la colonización. En cuanto a nosotros, está claro que uno de los desafíos mayores para la formación de un partido político indígena, que actúe a nivel nacional, será lograr combinar múltiples objetivos: liberarnos de la oposición derecha/izquierda, ganar la capacidad de llevar una política independiente pero también articular los desafíos coyunturales o locales inmediatos con nuestras perspectivas descoloniales a largo plazo. Con el tiempo, espero que podremos pensar en un “todos juntos” descolonial capaz de tomar el poder, que es el objetivo de todo partido político. Si la izquierda radical se compromete en esta vía, mejor. Tendrá que hacer una verdadera revolución cultural y entender en particular la importancia para nosotros de estos temas que, para ella, no son sino secundarios o, peor aún, diversiones.

Lo mismo con la cuestión del islam, que evoco en particular porque sé lo mucho que duele. ¿Se mobilizará con nosotros la izquierda radical contra la islamofobia, para la abolición de la ley del velo y, de manera mas general, para que los musulmanes puedan beneficiarse de derechos equivalentes a los de los otros cultos? Otra cosa: la cuestión de la historia o de la memoria que para nosotros es fundamental. Cuando uno tiene una historia, a priori dominante, se puede hacer un balance y hasta rechazarla totalmente como referencia identitaria. Pero cuando uno está privado de historia, como es nuestro caso, esta privación es una de las formas que toma lo opresión, y hay que comenzar por primero conquistar nuestra propia historia. El rol de la izquierda radical es apoyarnos en este trabajo, y no denunciar nuestros mitos como reaccionarios. El control de la historia es una cuestión eminentemente política. Está en el corazón de la constitución nacional francesa como nación imperial y racial. Le voy a citar un párrafo de un ensayo típico de la ceguera de la izquierda radical ("The Trouble with diversity" -el problema con la diversidad- Metropolitan books, 2006) también publicado en Francia (“La diversité contre l’égalité”, éd. Raison d’agir, 2009). El autor, un americano de nombre Walter Benn Michaels, que de hecho no duda en desformar nuestras ideas, se apoya en un momento dado sobre una novela de Leslie Marmon Silko [nota de los traductores: Silko es una escritora indígena norteamericana] titulado “Almanac of the Dead”. Ésta cuenta la historia de un comunista cubano muy parecido a la izquierda radical en Francia : “…el Cubano se pasa el tiempo explicándoles que están explotados y que deberían entrar en lucha contra el capitalismo; los indios se pasan el tiempo explicándole que lo que quieren combatir es al blanco. Cuando el marxista se tira una vez mas en una diatriba contra los daños de la propriedad privada, negándose a callarse o a escucharlos hablar de su herencia (las masacres, las expoliaciones, la asimilacion forzada), lo ahorcan por ‘crimenes contra su historia’…”. Se lo aclaro en seguida: yo estoy del lado del indio. Walter Benn Michaels, por supuesto, está escandalizado por tal ignominia. Para él, estos “salvajes” envalentonados por “emociones irracionales”, que se niegan a oir la voz de la “razón” y le cortan la palabra a un valioso comunista, son “contra-revolucionarios”. Para mí este tipo de comunista actúa como un colonialista de izquierda. Y tengo que reconocer que, con frecuencia, he tenido tentación de en una occasion caerle a golpazos en la cabeza a un militante de ultra-izquierda que se esforzaba en explicarme que las reivindicaciones “identitarias” y “comunitaristas” eran falsas, que eran reaccionarias y que yo debía elevarme a la universalidad de la lucha de clases.
Para concebir alianzas sólidas y duraderas, la izquierda radical tendría que romper con su materialismo frío que no la deja entender la necesidad – universal, al parecer – de historia, de identidad, de espiritualidad y de dignidad, una dignidad que no sea solamente la dignidad de consumir. Más grave aún: yo me temo que la izquierda radical tampoco entiende lo que mobiliza e interesa a las clases populares blancas. Es probable que el proletariado francés que le votó a Sarkozy no estaba esperando que les aumentara el salario. Votaron por “valores”, no importa lo que uno pueda pensar de estos valores. Y los valores no se combaten con 1500 euros adicionales a su salario, sino con otros valores; se combaten con política y cultura. Frente a la política sarkoziana de “la identidad nacional” uno no puede quedarse en un internacionalismo universalista y uniformizador (y, desde nuestro punto de vista, muy eurocentrista). Hay que encontrar otras respuestas. Estoy convencido que la presencia ya masiva en Francia de poblaciones oprimidas culturalmente puede ayudar a renovar la reflexión sobre este tema. Yo creo que la izquierda radical tiene mucho que aprender de los movimientos indígenas porque éstos saben, por el estatuto que viven como descendientes de colonizados triturados e inferiorizados en sus identidades, que la política no se puede reducir a la cuestión socio-económica.

Traducido por Claire Liénart y Ramón Grosfoguel

Notas de los traductores
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1 La noción de indigènes (indígenas) usado aquí tiene un referente particular en la historia colonial francesa. El imperio francés usaba el término indigenes para referirse a los sujetos coloniales en sus colonias a través del mundo. El movimiento conocido como “Los indígenas de la república” en Francia se compone principalmente de jóvenes franceses de origen africano, árabe, y antillano nacidos y criados en Francia que viven la experiencia del racismo colonial y su consiguiente marginación y explotación social.




2 Se refiere a la formación política creada por François Bayrou, político francés de centro-derecha que corrió como candidato en la última elección presidencial en el 2007. Bayrou ocupó un lugar importante hacia el final de la campaña, convertiéndose en el “tercer hombre” llegando tercero en la primera vuelta con el 18,57 porciento de los votos, detrás de Ségolène Royal (25,87 %) del partido socialista y de Nicolas Sarkozy (31,18 %), de la Union por la Mayoría Presidencial (UMP). Durante la campaña, Bayrou recibió el apoyo, entre otros, de Azouz Begag, ministro del gobierno de derecha de Villepin encargado de la igualdad e hijo de migrantes algerinos.




3 “Souchiens” es un adjetivo constituido a partir de la expresión “français de souche”

que se podría traducir como “francés de pura cepa” inventada hace 27 años por Le Pen, dirigente fascista y racista del partido conocido como Front National (Frente Nacional). Recuperada por muchos políticos de todo tipo de partidos, esta expresión se ha “normalizado” y está hoy ampliamente empleada en el vocabulario político francés. En el 2007, la portavoz del MIR (Movimiento de los Indígenas de la República), Houria Bouteldja, usó el termino de “Souchiens” en un programa de television y esto creó un escándalo mediático ya que algunos intelectuales franceses blancos de mala fe aprovecharon una homonía y pretendieron que su verdadera intención era decir “sous-chiens” (sub-perros). Houria Bouteldja publicó una respuesta pública a estos ataques.

4 En el modelo republicano francés se prohíbe el uso de estadísticas étnicas y raciales en el censo de población. Esto crea la situación de que no existen datos oficiales del estado acerca del perfil socio-económico de los diversos grupos etno/raciales en Francia. Al no haber evidencia oficial acerca de discriminación etno/racial, los grupos afectados no tienen legitimidad en sus reclamos anti-racistas. Recientemente, ha habido un movimiento para instaurar preguntas relacionadas al origen etno/racial en el censo de población. Sin embargo, esto ha creado una reacción pública contraria a esta propuesta de parte de intelectuales occidentalizados (tanto de derecha como de izquierda) y de administradores/políticos/funcionarios del estado republicano. El movimiento de los indígenas de la república han manifestado apoyo al uso de preguntas etno/raciales en el censo de población en Francia.

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