domingo, 15 de abril de 2012

EL REGGAE: REDENCIÓN E HISTORIA (PRIMERA PARTE)


AUTOR: Alfredo Lira Chegüe
LUGAR: Estado de México, México.

En el año de 1968 nace un nuevo estilo musical que será uno de los más importantes blasones de la diáspora africana en varias partes del mundo y uno de los ritmos más afamados en la historia musical reciente: el reggae. Nacido en tierras caribeñas en medio de luchas reivindicativas a escala mundial y de detonaciones políticas entre los dos bloques que pusieron en jaque constantemente la existencia de la vida en el planeta durante gran parte del siglo XX. En este contexto, entre muchos otros aconteceres, este ritmo surge en Jamaica: lugar de contrastes sociales, económicos y políticos y con un gran periplo histórico. Su historia contiene siglos de opresión, resistencia y generación de espacios de oportunidad. Las distintas ideologías que buscaron el reconocimiento de la diáspora africana en el mundo tendrán eco en los manifiestos líricos del reggae. Desde su aparición y hasta la actualidad, sin duda, ha sido un canal y una forma de vida que superó los exámenes de la vida moderna.



La colonización

Sin lugar a dudas, el desarrollo histórico de El Caribe es uno de los más interesantes de la historia de la humanidad debido, quizá, a una serie de calificativos subjetivos a los que se ha hecho acreedor a lo largo de su existencia. La requisa de los poderes hegemónicos (los “blancos”) sobre los rasgos identitarios de los subyugados (los “negros”) en cuanto a su música, su filosofía, su comida, su vestir, su lenguaje, su oralidad, su historia, condujo a que El Caribe, su gente y sus rasgos característicos, se tornaran en algo curioso, exótico, sui géneris, incluso bárbaro, tropicalizado, desdeñable, menospreciado y siempre manipulado. La articulación entre esta dialéctica cultural condujo a intercambios accidentados donde sin duda la incorporación del negro sirvió como un referente político discursivo en varios momentos de la historia caribeña. Con las distintas luchas de abolición, liberación y restitución, los de herencia africana buscaron la reivindicación de su humanidad, su identidad, su cultura y su historia: las de su origen y las de su consecuente incorporación forzada en el contexto americano.

El tan criticado encuentro de dos mundos (el del viejo mundo y el del que se estaba “descubriendo”) tuvo su primer contacto en esta región. La apertura de la empresa de conquista y colonización por Cristóbal Colón inicia en la isla de Guanahani (bautizada por este mismo como San Salvador) donde el grupo tribal taíno habitaba. Aquí precisamente surgen las primeras impresiones, ideas dislocadas, de lo que se entenderá como América y sus subregiones, incluyendo a su gente, sus costumbres y sus pensamientos. Posteriormente la corrida expedicionaria surca los mares hacia la isla llamada como La Española (Cuba); y desde ésta, hacia tierras continentales abatiendo e idealizando lo que a su paso se encontraban. Finalmente España solo mantuvo a La Española con muchos esfuerzos por su custodia ya que era el baluarte marítimo-comercial entre España y el Nuevo Mundo. En esta competencia comercial en que se encontraban los países europeos, Inglaterra y Francia tomaron las tierras que le pertenecían a España (principalmente Antigua, Monserrat, Barbados y Jamaica, para los ingleses; Martinica y Guadalupe para los franceses) para hacer de ellas sus centros de producción y de fastidio constante hacia España a través de la piratería.

La carrera mercantil que se suscitaba entre las potencias europeas por la búsqueda de nuevas rutas comerciales que rompieran los monopolios turco-otomano, veneciano y genovés desde el siglo XV, tuvo eco en la filosofía, la religión, el arte y en todo lo demás. Sin duda, los recursos que se vertían por sobreponer una política, una economía, una cultura frente a la otra, así como las altas ganancias monetarias eran motivos suficientes para competir. Con el descubrimiento de América estas ambiciones de las potencias europeas por el control mercantil fueron trasladadas a la “virginidad” que representaba el Nuevo Mundo. Así, desde el inicio expedicionario y conquistador, la “América descubierta” se vería envuelta en idas y venidas, en apropiaciones y reapropiaciones, en vida y muerte, en luchas intestinas y externas, en constantes contactos entre las distintas partes del mundo, y sería para muchos foráneos (si no es que para todos) el lugar de oportunidad para “hacer algo”. Estas ideas y acciones transformarían las formas añejas de convivencia prehispánica y se volverían para la mayor parte del continente en una gran mezcla, en un barbarismo, en una hibridez, en un sentimiento exótico, en un bastardismo: un barroquismo sin parangón en el mundo que daba la oportunidad de rehacerse, de reinventarse a partir de lo propio en irrupción de lo ajeno.

Sin embargo, las características propias de cada zona o hegemonía europea darán el sello distintivo a aquellas regiones que fueron sus colonias. El idioma, la religión, la educación, el alimento, todo, será distinto y a la vez parecido en el mosaico cultural que representa hasta nuestros días el continente americano. Así, los primeros conquistadores junto con la servidumbre europea, asiática o africana que les acompañaban, inician la diseminación racial y cultural en los territorios ahora sojuzgados. Con el establecimiento de las colonias, sus colonos fincan los pilares administrativos, políticos, económicos, sociales y culturales de lo que serán las regiones coloniales de cada poder europeo: unos, con un tradicionalismo cultural fincado en el medioevo y el catolicismo rampante; otros, con senderos antropocentristas y reformistas protestantes. Siendo España la hegemonía del Viejo Mundo que luchaba precozmente ante la sacudida reformista de los países del centro y norte de Europa que se distanciaban de los anquilosados modelos de pensamiento de los países peninsulares. América será el leitmotiv de la lucha reformista y contrarreformista que se ceñía en Europa.

Con esta empresa colonial hubo una consecuencia grave en los grupos humanos que existían antes de la llegada de los europeos: una gran mortandad de miles de hombres y mujeres originarios de estas tierras americanas por causa de la feroz lucha de poder político y económico europeo. De esta manera las primeras víctimas de esta voracidad serán los “indios”; al caer drásticamente la curva demográfica de éstos, la sustitución se volcó nuevamente hacia África[i] donde existía una mano de obra abundante y barata.

Miles de africanos llegaron a las zonas isleñas y continentales de América para trabajar la explotación de los recursos minerales, las materias primas, el trabajo doméstico y otras actividades menores. Su demanda impulsó las actividades económicas, no solo de las colonias, sino también de aquellos lugares de captura y traslado, incluso, en la lucha por el monopolio de su comercialización en menoscabo de las condiciones de las civilizaciones africanas.



“Las urgencias de la colonización con la creciente demanda de mano de obra abundante, que no alcanzaron a satisfacer las masas indígenas nativas, propiciaron el mantenimiento, durante más de tres siglos, de una corriente de mercancía humana apenas interrumpida por acontecimientos de guerra íntimamente conectados con la lucha por el control del comercio de negros” (Aguirre, 1972, p.16).



El abordaje obligado de muchos africanos a los distintos centros de producción modificaron los paisajes demográficos y culturales de América, en detrimento de la misma demografía y cultura de las distintas sociedades africanas. Empieza con esta dinámica de esclavitud en América los procesos de deculturación[ii] y transculturación[iii], es decir, de pérdida obligada por el productivismo y la mutua transformación de culturas. Sin duda, el traslado forzado fue acompañado por la lengua, las tradiciones, el folklor, la historia, la música, las formas de pensamiento, etcétera, y los esclavos se vieron en la necesidad de acoplarse a los nuevos contextos en el afán de mantener el nexo con sus lugares de origen, pero sobre todo de subsistir. Desde entonces hasta la fecha, en el arte, la arquitectura, el vestido, los alimentos, el lenguaje y la música, entre otros, la presencia africana irrumpe y nos habla de su fuerza vital que sigue transformando los quehaceres del hombre americano.



Jamaica

Tras la avanzada expedicionaria europea, en el año de 1509 lo que se conoce como Jamaica fue ocupada primeramente por los españoles. Pero debido a su tamaño minúsculo frente a lo que fueron sus grandes aspiraciones de explotación mineral hacia las tierras continentales, la abandonaron. Inglaterra, en el contexto de la competencia por las rutas mercantiles y por la ahora apropiación de tierras en el Nuevo Mundo, se manifestó en Jamaica a partir del Western Desing, aspiración política de arrebatamiento de las posesiones españolas y de expansión inglesa por antonomasia. Así, en 1655 llegan los ingleses a Jamaica para repoblarla e introducir el mecanismo de explotación de materias primas que a la larga redituaría enormemente a la corona inglesa por varios siglos. Además, la isla representaba una posición estratégica para las pretensiones expansionistas inglesas motivando de esta manera el auge de la piratería y en mayor intensidad la presencia de corsarios en los mares de El Caribe.

Con el auge de la producción de materias primas, como el azúcar, rápidamente el crecimiento demográfico y administrativo se hizo presente. En un breve tiempo la economía jamaicana se fundamentó en la plantación por lo que la inmigración de ingleses a la isla no se hizo esperar. Para cumplir con las expectativas que el mercado local, regional y mundial exigían se requirió de la mano de obra africana. Los antiguos habitantes de la isla, los arawaks, fueron rápidamente exterminados debido a que las faenas eran muy extenuantes por lo que la economía de plantación fue rápidamente aliviada por la presencia de los africanos ya que soportaban más las labores de producción. Sin duda, el binomio que caracterizó estos tiempos tempranos de la historia de Jamaica se fundó en la plantación y en la presencia de esclavos africanos lo que elevó notablemente la curva productiva inglesa en el mundo.

De esta manera, como se ha mencionado, los africanos de orígenes distintos que llegaron a Jamaica trajeron consigo sus tradiciones, su cosmovisión y su forma de entender su devenir histórico. Al establecerse forzadamente en tierras completamente nuevas y desconocidas, hombres y mujeres recrearon sus elementos culturales ante las nuevas perspectivas de sobrevivencia. A lo largo de casi dos siglos, mientras la esclavitud estuvo oficializada, miles de africanos arribaron a Jamaica[iv] y dejaron una huella indeleble que se mezcló con la cultura sajona en el contexto productivo de la plantación.

Las formas de resistencia que se produjeron en todas aquellas zonas de América donde la presencia de la esclavitud y la explotación de los recursos fue recurrente, también se vivieron en el caso de los esclavos africanos en Jamaica. Estas formas de resistencia como el suicidio, el cimarronaje o las rebeliones fueron las constantes revulsivas entre los esclavos frente al yugo desmoralizador y deculturante. La inconformidad ante lo que se vivía originó una serie de medidas huidizas hacia terrenos inhóspitos y vírgenes debido a la situación tan aciaga en la que se encontraban los esclavos. De esta manera, en la dinámica productivista en la que estaban inmersos hombres y mujeres esclavizados, estos nuevos espacios representarían la oportunidad para recuperar su identidad, su historia y su cultura. En estos mismos sitios las dinámicas sociales que se empezaban a gestar entre ellos encontraban una restructuración de sus patrones culturales e identitarios a través de la música, la danza, la poesía, la oralidad, incluso, sin lugar a dudas, de la violencia.

El cimarronaje[v] fue una de las posibilidades constantes para todo esclavo, ya que servía como escapatoria física y mental de las condiciones exasperantes en las que se encontraban. En esta dinámica de abandono, de huida, de los centros de producción y explotación de materias primas hacia lugares apartados permitió en el esclavo un respiro esencial para la recuperación e impulso de nuevas alternativas sociales, aunque también de zozobra ante la novedad y los constantes peligros por la recaptura. En estas aldeas cimarronas, el huidizo recreaba sus lugares de origen y se transformaba, además de un espacio de exclusión adhoc, en un contrapeso para aliviar las presiones sociales que se vivían en las colonias, por lo que en muchos casos estos sitios fueron soslayados por las autoridades coloniales. Pese a esto, muchos cimarrones fueron recapturados y reintegrados al trabajo productivo con sus lógicas consecuencias. Fueron en estos sitios de cimarrones donde se impulsó de muchas maneras el desarrollo ulterior de manifestaciones artísticas y culturales que desembocarían en la caracterización identitaria de los habitantes de la isla; donde nuevas formas de expresión oral y discursiva se crearon. A la par, en estas comunidades cimarronas, en alianza con los pequeños grupos indígenas sobrevivientes y otros fugitivos, se planearon y se llevaron a cabo muchas de las rebeliones que pusieron en jaque a la estructura colonial.

La abolición de la esclavitud en Haití en 1789 y su emancipación de Francia en 1804, orquestada por los grupos económicamente poderosos de esta región y apoyados por los esclavos hábilmente persuadidos, tuvo una fuerte influencia en el resto de El Caribe y de América en general. El efecto de este fenómeno social tuvo su secuela en Jamaica. Debido a la influencia que se tuvo en Europa de las ideas de avanzada, con la revolución francesa y los ímpetus libertarios y emancipadores de la esclavitud, esto hizo eco en los grupos progresistas coloniales y en los grupos subalternos en la isla. La Declaración de los Derechos del Hombre motivó los anhelos de liberación en Jamaica por lo que los grupos de clase media que buscaban mayores privilegios frente a la corona inglesa aprovecharon esta coyuntura para hacerse del apoyo de los esclavos para reformar las estructuras legales y administrativas en la que se encontraban. Al igual que los ingleses, en el caso de la emancipación haitiana:



“…el origen y motivación de tal movimiento no era otro que las contradicciones de intereses entre los colonos, grandes propietarios esclavistas, y la naciente burguesía francesa portadora de nuevas ideas respecto al hombre y a la propiedad” (Pierre-Charles, 1985, p. 41).



Tanto los grupos hegemónicos locales, que buscaban una mayor representatividad, como los grupos subalternos, que miraban hacia la búsqueda de mejores condiciones de vida, encontraron en esta coyuntura la oportunidad propicia para transformar su relación con la metrópoli y sus ambientes de vida. Como en el resto del continente, las independencias motivaron la separación política y administrativa de las metrópolis dejando en manos de éstas a los grupos hegemónicos locales. Los grupos vulnerables que se habían aliado con aquellos con la finalidad de encontrar mejores condiciones de vida se vieron rápidamente controlados y supeditados a las nuevas formas legales y administrativas de los recientes estados americanos.

En efecto, tras la participación activa en los procesos de independencia y reivindicación social y cultural, los herederos africanos se encontraron desposeídos y huérfanos ante las nuevas formas administrativas. Una gran cantidad de libertos sustraídos no encontraron un liderazgo que los guiara en sus pretensiones por lo que la gran mayoría fueron orillados a la vagabundez, el robo o, lo peor, retornar con los que fueron sus antiguos dueños pero ahora bajo un nuevo régimen de subyugación y explotación social y económica. Por su parte, en cuanto a la nueva burguesía local, habrían adoptado los argumentos nacionalistas, antirraciales, anticolonialistas y antiesclavistas que empujaron los procesos independentistas para justificar su preponderancia en las cúpulas de poder a través de la nueva legalidad.

El caso jamaicano fue distinto. Pese a la existencia cercana de la independencia haitiana, Jamaica no logra obtener su independencia debido a las fuertes presiones políticas que ejercía la corona inglesa. Como medida de alivio ante el empuje emancipador y a la fuerte presencia de mano de obra cautiva, para el año de 1833 se abole la esclavitud manifestándose en nuevas reglas políticas que reconfigurarán el escenario social en la isla. La liberación de esclavos tuvo una fuerte secuela en la productividad inglesa en la isla por lo que se incitó a la inmigración de extranjeros (Asia, África, Europa y América) y a la reincorporación de los libertos como mano de obra asalariada. No obstante, el racismo seguía patente y las nuevas condiciones laborales privilegiaban la fuerza laboral blanca por lo que hubo rebeliones constantes e intermitentes que no tuvieron un empuje tan importante hasta el siglo XX.

Desde la segunda mitad del siglo XVIII y durante la mayor parte del siglo XIX, la economía inglesa da un fuerte impulso a las actividades industriales como nunca antes debido a la Revolución Industrial. Estos cambios de paradigmas productivos y económicos tuvieron una fuerte repercusión en las posesiones ultramarinas y Jamaica no será la excepción. La extracción de la bauxita (piedra sedimentaria de donde se obtiene el aluminio), fuente inagotable en la isla, impulsó la creación de centros de producción importantes donde se atrajo una gran cantidad de migrantes provenientes de las zonas rurales. De esta manera, estos centros productivos serán paulatina y circundantemente centro urbanos donde se irán formando barrios, pequeñas zonas de concentraciones humanas, que serán conocidas como los guettos jamaicanos. Ya entrado el siglo XX y su consecuente rapidez que le caracteriza, Jamaica logra obtener su “independencia” en el año de 1962, aunque sujeta a los poderes administrativos de la Commonwealth. A partir de entonces Jamaica ingresa a la dinámica política y social de la búsqueda de representaciones políticas y democráticas. Así, inmediatamente, se llevan a cabo elecciones presidenciales donde competirán los dos partidos políticos jamaicanos más importantes: el Partido Laborista de Jamaica (JLP) y el Partido Nacional del Pueblo (PNP). En cualquiera de los casos, se buscaba impulsar medidas de mejoramiento nacional en todos los campos productivos del país. Sin embargo, y como en toda nación que fue colonizada por alguna potencia europea, las secuelas de la colonización serán los principales desafíos a los que se enfrentaran los nacientes países.

En el contexto mundial, los procesos de liberación nacional decimonónicos y las ideologías políticas que se gestaban alrededor de ellos, tendrían una fuerte influencia en los procesos políticos e ideológicos en Jamaica. Estas luchas y el reacomodo del orden mundial, sin lugar a dudas, tuvieron repercusión en Jamaica. El nacimiento como nación de los Estados Unidos así como la reorganización de las hegemonías en Europa ponían nuevos escenarios en la política mundial. Las antiguas colonias pasaban por procesos muy accidentados de restructuración interna y se veían obligados a integrarse al sistema capitalista bajo la tutela de nuevas formas de explotación. De manera importante nuevas formas de pensamiento se gestaban en la búsqueda de reivindicación cultural alternativas en los pueblos afectados por la vorágine colonialista. La crisis de los antiguos regímenes, el nuevo reparto mundial y el desarrollo de pensamientos alternos al proyecto capitalista incitaron la manifestación de nacionalismos de recuperación y reintegración social y cultural de las diásporas mundiales productos de la colonización europea. En este sentido, África y sus descendientes respondían ideológicamente recuperando el sentimiento de pertenencia a un origen común. Para ello, se desarrollarán e irán multiplicando movimientos ideológicos en el mundo donde se buscará el reconocimiento de la diáspora africana en el mundo y su importancia en el desarrollo social, económico y político en cada uno de los países en el mundo. Pero sin duda, el mayor aporte que ofrecerán estos movimientos ideológicos a la cultura y el arte será la carta de presentación de muchos movimientos alrededor del mundo durante el siglo XX.



CONTINÚA…





Referencias


• Carrera Damas, Germán, “Huida y enfrentamiento” en: Moreno Fraginals, M, África en América Latina, 1997, Siglo XXI-UNESO, México.
• Moreno Fraginals, M., África en América Latina, 1977, Siglo XXI-UNESCO, México.
• Muñoz Mata, L., Jamaica, una historia breve, 2000, Instituto Mora, México.
• Pérez Fernández, R. A., La binarización de los ritmos ternarios africanos en América Latina, 1986, Casa de las Américas, La Habana.
• Rowe, W. y Schelling, V., Memoria y modernidad. Cultura popular en América Latina, 1991, CONACULTA-Grijalbo, México.





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Afredo Lira Chegüe es Historiador, Latinoamericanista y especialista en temas afroamericanos y de índole cultural. Impulsor de actividades artísticas, culturales, pedagógicas y científicas en la zona oriente del Estado de México. Fundador del Festival Cultural La Paz en el Mundo: Un Acercamiento a las Culturas y presidente del Fomento Cultural El Tromo A.C



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[i] Se había iniciado la esclavitud hacia la región africana por parte de europeos y asiáticos desde tiempos remotos. De igual forma, al interior del mismo continente, muchos reinos adoptaron la persecución y sojuzgamiento de comunidades africanas menores para el trabajo forzado y servil. “La presencia del negro africano data de muy antiguo en la Península Ibérica. Todo ejército formado en África del Norte ha contado con masas de soldados negros. Tanto los egipcios como los cartagineses, los romanos, los visigodos y todos los demás pueblos que posteriormente invadieron y conquistaron aquella región lo hicieron así; y por supuesto, también los musulmanes en sus campañas militares”(Pérez, 1986, P. 20).


[ii] “Entendemos por deculturación el proceso consciente mediante el cual, con fines de explotación económica, se procede a desarraigar la cultura de un grupo humano para facilitar la expropiación de las riquezas naturales del territorio en que está asentado y/o para utilizarlo como fuerza de trabajo barato, no calificado. El proceso de deculturación es inherente a toda forma de explotación colonial o neocolonial. En el caso de la esclavitud de los africanos en el Nuevo Mundo, la deculturación puede ser vista como un recurso tecnológico aplicado a la optimización del trabajo” (Moreno, 1977, p. 14).


[iii]“La transculturación, término tomado de la antropología, se emplea para refutar sobre bases críticas la premisa de que la aculturación es la única alternativa a largo plazo para América Latina: tiene que ver con la mutua transformación de culturas, en particular, de la europea por la indígena” (Rowe, 1991,p. 30).


[iv] Laura Muñoz Mata, en su libro Jamaica: una historia breve, nos habla que para el año de 1794, se trasladaron la cantidad de 15 239 personas de distintas procedencias del continente africano (Muñoz, 2000, p. 19).


[v] “Cimarrón era el esclavo huido, sin violencia contra sus amos o personas encargadas de su custodia... Era cimarrón (runaway) el esclavo que habiendo residido en la isla de Jamaica por más de tres años, se fugaba y escondía por menos de un año. El castigo correspondiente era el de azotes. Si pasaba de un año se le conceptuaba como rebel, y era punible con la muerte. Si el esclavo tenía menos de tres años en la isla, el castigo era menor. Los cimarrones capturados eran trasladados a las ‘Workhouses’” (Carrera, 1997, p. 42).

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