lunes, 23 de mayo de 2011

En busca de la memoria de la comunidad afrodescendiente

Por: MOISÉS MEDRANO BOHÓRQUEZ / ESPECIAL PARA EL TIEMPO | 9:17 p.m. | 20 de Mayo del 2011


Foto: Jaiver Nieto Álvarez/ CEET

Experto reflexiona sobre el desconocimiento del aporte afro al país.
Palabras a propósito del Día Nacional de la Afrocolombianidad, que se celebra hoy.

Aun aparece, en forma de reflejo, el rostro de esa joven de no más de 18 años con la que me topé en la carretera principal de Cértegui, departamento del Chocó, subregión del río San Juan. Un sitio de no más de 342 kilómetros cuadrados vestidos de selva.

Fue una coincidencia que pasara por allí de regreso de Istmina, después de participar de un encuentro con las alcaldías del Pacífico colombiano para discutir las políticas de las comunidades negras. Era un paso obligado, de tanta importancia para mí, y de seguro debería ser para la humanidad, como visitar el Museo de Arte Contemporáneo de Niterói (Río de Janeiro), una de las obras arquitectónicas diseñadas por el brasileño Oscar Niemeyer, o el cementerio de París, donde descansan los restos de Abelardo y Eloísa.

Así que Cértegui, pero sobre todo el personaje tras del cual iba en búsqueda, se movía en mi cabeza como si jugara con un dulce en el paladar. Se trataba del escritor chocoano Arnoldo Palacios, un hombre que llegó a Europa en 1949, gracias a una beca para estudiar en la Sorbona de París, y publicó la inmortal novela Las estrellas son negras, un hito de la literatura en Colombia.

Fue la primera novela escrita -antes de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, y la Tejedora de coronas, de Germán Espinosa- en la que un autor afro retrata a los afrodescendientes fuera del papel de sirvientes y con un tono bastante alejado del sometimiento intelectual de la esclavitud. En ella se descubre la región del Chocó y una forma de hablar clara sobre el racismo.

La herencia

El recorrido que realicé por este lugar me sorprendió tanto como el cementerio de París, no por los personajes y menos por lo que documentaba. Por el contrario, a cada persona de la población de Cértegui a la que le pregunté por Arnoldo Palacios me respondía:

-No, acá no vive.
-No lo conozco -aseguraron.
De esa forma, colgado de cientos de aterradores "no" y "no", se fue desmoronando la idea que había creado en mi cabeza sobre el Cértegui de Arnoldo Palacios: en la entrada habría una valla con su nombre; tal vez, en algún parte, una estatua, un centro de documentación con sus obras y talleres de estudio.

Me encontré con una realidad que había borrado sus textos de la memoria e, incluso, toda la gente estaba desprovista de ese orgullo que produce el que un familiar haya sido importante para el país.

Entonces me quedé suspendido sobre la Constitución de 1991 en su acertado camino y en lo relevante que es pensar qué significa desconocer la historia, los referentes, los datos, las cifras y no tener una memoria colectiva de uno de los cimientos más significativos de la sociedad colombiana: sus comunidades negras.

En Bogotá, por ejemplo, según el censo del Dane, hay más de 95.000.

Los pueblos afrodescendientes de Colombia ostentan una serie de manifestaciones culturales que han sido incluidas en la lista de Patrimonio Cultural e Inmaterial de Humanidad de la Unesco: las músicas del Pacífico surcolombiano y la marimba de chonta, el Carnaval de Negros y Blancos, el Espacio Cultural de San Basilio de Palenque y el Carnaval de Barranquilla, que han sido conservados a través de generaciones y que han permitido cimentar la nación multiétnica y pluricultural, sustentada en la diversidad, que es Colombia, donde, pese a todo, persisten la discriminación y el racismo.

Crear oportunidades

El camino abierto por la Constitución de 1991 invita a dignificar, reconocer y respetar la diversidad étnica y cultural; pero ello solo se logra afirmando en la memoria colectiva la historia, la resistencia y lo que significa el mundo afro en la sociedad colombiana.

Y mientras persistan discriminación y racismo, las comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras no se agacharán para que "se suban a sus espaldas", como lo ha dicho Nelson Mandela.

Son 20 años de la Constitución y 160 años desde la abolición de la esclavitud. Es tiempo de la conmemoración de un Día Nacional de la Afrocolombianidad. Este es el Año Internacional de la Afrodescendencia, declarado por Naciones Unidas como periodo de memoria: de la esclavización, de la abolición, de la resistencia y la dignidad, de la ancestralidad, de la cultura, del territorio, de la ciudadanía, de nuestra historia. De una memoria que contribuye a crear oportunidades ya previstas en el ordenamiento jurídico nacional para los afrodescendientes.

Recalcar estos asuntos es un deber con los ancestros, para alcanzar una sociedad más incluyente y una perspectiva de prosperidad para las próximas generaciones.

Ello ha de traducirse en un mes de la herencia africana en Colombia y en bases de políticas públicas diferenciadas, en una clara perspectiva de derechos y una afirmación de la identidad y el autorreconocimiento raizal, palenquero, negro y afrocolombiano, que se convierta en pasaporte a la inclusión efectiva y a las reparaciones colectivas pertinentes.

¿Quiénes somos?

La persona que salvó mi viaje a Cértegui en busca de la historia sobre la vida de Arnoldo Palacios fue una joven de no más de 18 años, que había armado una tienda sobre la carretera.

Ella, solita, en su pequeña humanidad y corto recorrido en la vida, me contó todo sobre Arnoldo Palacios, sobre sus obras publicadas, La selva y la lluvia (novela), en Moscú; El duende y la guitarra (leyendas chocoanas), en París; Panorama de la literatura negra (ensayo); Les Mamelles du Chocó (memorias) y En busca de mi madredediós (autobiografía, U. del Valle, 2010), y de su inmortal -al parecer, solo para ella- paso por este lugar chocoano.

No ha sido la primera vez que me he estrellado con el desconocimiento de la cultura afrocolombiana. Hace poco en Bogotá, en una conferencia, pregunté, como suelo hacerlo en las clases que dicto en la universidad, quiénes eran Ana María Matamba, que logró la libertad en 1810, a los 90 años, al fragor del grito de Independencia; Gregorio Sánchez, novelista chocoano que escribió La bruja de las minas, en 1938; Rogelio Velázquez Murillo, etnólogo y novelista chocoano, poeta, historiador, educador, humanista, representante a la Cámara del Partido Conservador en los 50; Manuel Zapata Olivella, que en 1943 participó en Bogotá de la primera manifestación de la presencia africana y en la organización del Día del Negro, y durante 20 años investigó para su novela central (Changó el gran putas); Jorge Artel, poeta cartagenero, abogado, funcionario, catedrático y periodista, el primero en abordar desde el verso libre la tradición africana del país y en suprimir el exotismo del tema negro en la poesía.

Y así, seguí indagando: Sonia Bazanta (Totó la Momposina), Candelario Obeso (de Mompox, uno de los precursores de la denominada poesía negra en Hispanoamérica). Al final, nadie respondió. Una vez más me di contra un:

-No sé. No los conozco.

Afrocolombianos que hacen historia

Hoy, cuando se cumplen 160 años de la ley de abolición legal de la esclavitud en Colombia (expedida el 21 de mayo de 1851), se celebra el Día Nacional de la Afrocolombianidad, con desfiles artísticos y culturales, y conferencias sobre el tema.

Según el más reciente censo del Dane, realizado en el 2005, en el país habitan 4'312.000 descendientes de africanos, que representan el 10,4 por ciento de la población nacional.

EL TIEMPO se vincula a esta celebración con una serie de perfiles de personajes afro- descendientes, como los que mencionamos a continua- ción, que comenzará a publi- carse el primero de junio.

Veneranda Ruiz Valencia
preserva bebidas tradicionales

De 72 años, conserva las raíces africanas y elabora más de 130 bebidas que ratifican nuestra pertenencia a la naturaleza.

Rosmilda Quiñones
partera, ha recibido más de 300 niños

Presidenta de la Asociación de Parteras Unidas del Pacífico, lidera a más de 180 mujeres. La apoya Médicos sin Fronteras.

Eulalia Torres
construye guasás, instrumentos musicales

Además de ser cantadora, fabrica el instrumento típico de las mujeres del Pacífico sur en los conjuntos de marimba.

Raúl Cuero
microbiólogo que trabaja en la nasa

Jugó en la Selección Nacional de Baloncesto y luego obtuvo un Ph.D en Microbiología. Publica notas en revistas especializadas y tiene más de 19 patentes.

William Klinger Brahan
Rey vallenato afro

Ganó el título en el 2009, en la categoría de Canción Inédita. Es compositor, ingeniero forestal, magíster en Dendrología y profesor (U. Distrital de Bogotá).

Rosa Romaña
En el 2010, ganó premio nacional de paz

En Riosucio (Chocó), fue una de las creadoras de la Fundación Macoripaz, que capacita y da empleo a 400 mujeres desplazadas o cabeza de familia.

MOISÉS MEDRANO BOHÓRQUEZ
ESPECIAL PARA EL TIEMPO

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