martes, 5 de julio de 2011

EL JUEVES SANTO EN TOLÚ: EJE DE UN RITUAL RELIGIOSO AFROCARIBEÑO DE SEMANA SANTA. COLOMBIA

Por: Nicolás Ramón Contreras Hernández

PRESENTACIÓN

la procesión del “jueves santo” de la Semana Santa en Tolú, es el símbolo cultural más representativo, como hipertexto de múltiples lecturas que se entrecruzan y conducen, a otros textos con diversos grados de complejidad, que serán leídos desde una hermenéutica de lo afrocaribeño, una categoría que ha de entenderse desde la premisa de varios estudiosos como Antonio Benítez Rojo o Fernando Ortiz, para quienes África como heredad cultural genérica del orbe, es el hilo conductor que encauza los demás aportes también culturales, que hacen del Caribe un meta archipiélago cultural[1], a la manera de un gran país de imaginarios o simbologías comunes por su regularidad, que trascienden las fronteras geopolíticas tradicionales, dejadas por las invasiones de conquista y colonización europeas desde el siglo XVI.

La semana santa toludeña, mirada por los demás imaginarios religiosos canónicos vecinos como un gran sacrilegio, en tanto que puede dar la sensación de corraleja, circo o carnaval, sólo tiene similitudes cercanas con las celebraciones del archipiélago filipino, donde la coincidencia cultural de las plataformas de madera para transportar a soberanos que tienen los asiáticos con respecto a América, permitieron reforzar la inclusión de una huella de contraculturación del Nuevo Mundo en el catolicismo judeocristiano occidental, señalada en los estudios de Germán Arciniegas y Manuel Zapata Olivella, destacando del primero, América en Europa una obra editada por editorial Suramericana, aportes que se complementan con referentes de la teología de la liberación, entendidos como hermenéuticas alternativas.

Por ello, este escrito no sólo es una declaración desde adentro, sino una propuesta de una mirada alternativa que tanto hace falta en un país que se reconoce constitucionalmente diverso en la culturalidad, pero que sigue en la práctica atado al monoculturalismo más conservador, como lo expresan las recientes críticas, del obispo de Montería Julio César Vidal hacia el festival del burro de San Antero, sobre lo cual se refirió en estos términos: “Me da tristeza ver como se ha tomado esta Semana mayor ya como un carnaval más, como si fuera un tiempo de meras vacaciones […]Estos son días para la reflexión y no se pueden profanar porque es como si hiciéramos un desprecio a Dios”. Y eso, que al lado del ceremonial toludeño, el ritual sananterano, podría parecer un devocional de monjitas de la caridad.

UN JUEVES ESPERADO DURANTE 365 DÍAS

Faltan 112 minutos exactos – son las 22:08 minutos- para que llegue la hora más esperada con ansiedad por pueblo alguno en el vecindario del Morrosquillo, como el Jueves Santos toludeño, eje de significaciones muy profundas para un grupo humano afrodescendiente que se vuelca con devoción desde cualquier lugar del mundo donde se encuentre para ver salir la famosa y polémica procesión del jueves santo, un acontecimiento que comienza a calentarse desde diversos fogones culturales y de la memoria, como las primeras juntas de la hermandad nazarena – la cofradía más antigua de la América catolizada con más de 300 años de historia[2]- al comenzar el año; sobre todo, los acordes de una marcha inmarcesible (mezcla de sainete y sevillana) que programan sin descanso para esos días sus actores e instituciones culturales más conocidos en el patio:

La siempre polémica emisora local (Caribbean Stereo), los emblemáticos bicicleteros en sus pasacintas o picós ambulantes y por supuesto, la banda de músicos tradicionales en formato Caribe colombiano – confundida y llamada despectivamente por ignorancia como papayera- la cual suena el verdadero himno emocional de los toludeños a las 11:00 de esa noche como advertencia pasional desde el mismo templo, una hora antes de su salida histórica, a partir de lo cual desde hace muchos años despierta un momento de catarsis sin igual, rompiendo desde sus lógicas afrocaribeñas, con todo lo religioso tradicional en el catolicismo del orbe.

La procesión recorrerá desde las 12 del ya viernes santos, un itinerario correspondiente al perímetro que tenía esta población para el año de 1535 cuando se reseña su fundación española [3], hasta las 6 de la mañana. Es un momento en que sólo cargan la hermandad nazarena y el sacerdote[4], con la dinámica de tres pasos hacia delante y dos hacia atrás y a los lados, simulando el andar tormentoso de Jesucristo cargando el madero, en medio de los insultos y vejaciones de su época. Esta cargada frente a la iglesia y hasta la primera cuadra del marco de la plaza sobre la carrera cuarta con la calle 16, demora cerca de cuarenta minutos. Después de allí, doblando hacia la calle 17 con carrera 4 la toma el resto de la población y se rompe el orden tradicional…

La catarsis comienza con toda su furor pasional, la erupción emocional incontrolable a través de un coro frenético de aullidos preñados de euforia. Hecho esta descripción obligada, empiezo pues a desempacar las herramientas o referentes de este análisis, que se detalla desde un frente culturalista y de la Antropología Cultural, que se propone como filosófica, tomando como variables los aportes sobre las etnias develados en estudios anteriores por Manuel Zapata Olivella, Manuel Huertas Vergara, Guillermo Valencia Salgado y Benjamín Puche Villadiego, entre otros autores.

En este sentido, se puede decir, que el marco mismo de la fecha conmemorativa, la semana santa como aporte europeo enmarca formalmente el aporte hispánico y judeocristiano con los rituales tradicionales, tales como eucaristía, el lavatorio de los píes, adoración al santísimo, adoración a la cruz, la hora santa, el velatorio y los momentos emblemáticos señalados en los evangelios que son objetos de las procesiones que dan inicio con la romería del viernes de dolores, al domingo de ramos, la procesión de los pescadores, Jesús con los niños, Jesús atado a una columna, la de Jesús con la cruz del “jueves santos” (ya que el 90% se desarrolla en viernes santo), el santo sepulcro, la soledad y el resucitado, que en su mayoría son más pasables en orden, para la ortodoxia religiosa católica tradicional.

El paso o los pasos, es decir, las plataformas de madera, que los creyentes cargan sobre sus hombros, constituye por excelencia el aporte más directo indígena, más otras fechas que fueron absorbidas o subsumidas por el festejo católico y que tenían los indígenas como fecha devocional, hoy oculto por la desmemoria y la exclusión de una institución escolar que sigue siendo monocultural a pesar de la etnoeducación, por ese hábito de la inacción y la falta de apoyo que viene desde el mismo Ministerio de Educación Nacional y los demás órganos competentes por excelencia a nivel territorial, que se refieren a la etnoeducación, como: una moda y “una locura” que ha de pasar” y que sólo sirve para que algunos líderes de lo afro (léase famirroscas y el amiguismo empresarial, adscritos a una clientela electoral), hagan negociaciones personales y grupales de espaldas a la esencia de la justicia reparativa.

Después de esa digresión acerca de las implicaciones del anclaje escuela/cultura/sociedad, hay que anotar que esta costumbre de cargar a los soberanos en palanquines o plataformas de madera que tienen en común América y Asia, en nuestro caso particular Caribe, está relacionado con la costumbre indígena de cargar durante los combates a la manera de estandartes o divisas corpóreos, a los caciques vivos y muertos, para que desde el más allá y desde el presente continuo, contribuyeran con las fuerzas objetivas y subjetivas trascendentes (desde el más allá) y de esta forma lograr la victoria.

Benjamín Puche Villadiego, otro de los grandes investigadores sobre la cultura de la región Caribe, lo referencia entre los pueblos confederados de la nación Zenú, cuando tenían escaramuzas entre sí y con otros pueblos extranjeros, entre ellos, los primeros invasores europeos, que fueron combatidos con éxito por el Cacique Kollará, nombre entre otras cosas, asumido por la unidad móvil de combate contraguerrillera más exitosa de América, adscrita al ejército colombiano. En los relatos de James Clavell sobre el Japón de los samuráis, también se reseña la presencia del emperador cargado en un palanquín en los preparativos de las batallas, toda vez que el soberano nipón, se consideraba descendiente de la diosa Amateratsu.

JESÚS SE TRASTOCA EN OGÚN Y MARÍA EN YEMAYÁ

Valga la referencia militar para entrar ahora a profundizar en el aporte africano y por ende afrocaribe, como referente de estas lecturas sobre la semana santa toludeña que objetiva como símbolo aglutinante el jueves santo. Comienzo señalando el nombre de potencias, que se le da a los clavos, la corona de espinas y otros objetos sacros que giran alrededor de la imagen de Jesús de Nazaret y que suman siete (las siete potencias trascendentes del universo yoruba)…

Y es que este es el nombre dado por santeros y vudúes a las manifestaciones de los orichas (espíritus virtuosos deificados de los antepasados). Seguiré haciendo mención de los pasos de “saludo” (el jueves santo) y de recibimiento (el viernes santo y a la muerte de un jerarca nazareno o del cura). En el primer caso, estos pasos se hacen en un compás sincopado con el bajo de la marcha del jueves santo y el viernes santo, cruzando sables que se hacen sonar elevados, hacia la imagen del nazareno.

Es importante también anotar, que estos sables del saludo fueron los mismos sables que pelearon en la antiquísima Guerra de los Mil Días, en que los afrodescendientes de la región combatieron por el bando liberal en su mayoría, en razón a que este partido tenía un discurso formal más favorable, frente al abiertamente racista discurso fundacional del conservatismo que hizo de la costa Caribe (en especial los pueblos del litoral) un bastión tradicional anticonservador.

Este saludo tiene mucha relación con el saludo santero con espadas a Ogún u Oguma, el oricha de la guerra, en el culto de Ilé Ifá, que en tanto deidad guerrera, al igual que Jesús de Nazaret, también tiene potestad sobre la muerte. En el camino de transculturación y de simbiosis, los pueblos afrobrasileños del nordeste que dan al Caribe representan a Ogún, en San Antonio y San Jorge, entre otras cosas, ambos tienen en común con Jesús de Nazaret, el haber sido mártires.

Los pasos de recibimiento, que hacen los nazarenos vestidos con un hábito blanco compuesto por un pollerín y camisa, atados entre sí por una cuerda tejida con cerdas de crines y cola de caballo negro (en su mayoría) que se enrollan alrededor de la cintura, hasta la altura del estómago los cofrades – todos de los estratos populares, a diferencia del pasado- tienen otro detalle de articulación o lectura simbólica con la santería, además del color blanco símbolo del saludo a Yemayá, que portan los devotos en Brasil y Uruguay costanero, para la fecha del año nuevo en honor a esta oricha:

Me refiero al ritual que realizan mediante un braseo sincrónico de reverencia ante los pasos o plataformas de madera donde se cargan las imágenes de los santos, representación en la cual los devotos toludeños parecen hacer la remembranza de los remos y remeros en las antiguas galeras esclavistas, formando una especie ola blanca (impulsada por músculo esclavizado), ante las esculturas de madera del cadáver de Jesús y la figura de la virgen vestida de negro que se trastoca en una Yemayá vestida de luto, que llora a un Ogún yacente, cuya simbología fue borrada por la catequización acompañada de violencia, por predicadores santificados como Pedro Claver.

Estas simbologías igualmente impregnadas por el legado afrozenú y por tanto afrocaribeño, se hallan presentes en la procesión de la soledad, en la cual los fieles cofrades nazarenos caminan dando el frente a la imagen (como quien dice, caminan al revés) de una Santísima Virgen María vestida de luto - escultura de rasgos europeos pero ashé yorubano - que sale el viernes santo a las 12 de la noche y se recoge a las tres de la mañana del sábado de gloria, en la cual se hacen los pagamentos de cargar la cruz de rodillas o a paso lento por la enfermedad de un familiar y que aún conserva cierto orden, más cercano a la ortodoxia católica procesional.

Pero en esta procesión se resalta también, otro elemento afrocaribe, esta vez sonoro: me refiero a lo que se conoce como el “te tiro, te tiro, te tiro” (por el solfeo popular de un solo de trompetas con sordina) de una marcha, que tiene un parecido demasiado cercano a una suite de jazz caribeño (léase latinjazz) que grabara en los años 80 Paquito D’ Rivera, la cual recuerdo por la foto en primerísimo plano y de perfil de este músico cubano. Vale aclarar, que la antigüedad de la pieza toludeña se pierde en la memoria de los tiempos.

VISIÓN TEOLÓGICA LIBERADORA PARA UNA FE MESTIZA

La lectura sobre este punto del referente que arbitrariamente llamo “mestizo”, la haré desde los aportes de la teología de la liberación, tendencia que surge a la luz de los esfuerzos dialógicos y sociales de Juan XXIII (su antecedente) y del documento de Medellín en 1968 (su detonante) durante el pontificado de Paulo VI y su célebre y más abierto Rerum Popularum Novarum (encíclica Papal), que luego fue refrendado en los años 80 ya bajo el papado de Juan Pablo II, mediante el documento de Puebla y el cual se caracteriza, por contemplar aspectos doctrinales revisionistas como: opción por los pobres, reflexión de las santas escrituras desde el contexto y por tanto, una exégesis popular y dialógica desde el eco de la palabra de Cristo que libera (ver en los evangelios “la verdad os hará libres”), entre otras características(5).

Este aspecto mestizo de la lectura, es importante a mi juicio, para poder comprender la memoria ancestral de una manifestación religiosa que muy seguramente escandalizaría a las ramas del Opus Dei y su corporación antecedente de la Institución para la Doctrina de la Fe (antigua Santa Inquisición) tan afecta al Papa Ratzinger, desde la cual la celebración toludeña -y la sananterana a juicio del obispo de Montería Julio César Vidal- es un ritual sacrílego, tal como la vería cualquier foráneo visitante cuando esa noche del jueves, vea a cualquier miembro del pueblo toludeño, en el inicio de la erupción catárquica, gritar a la salida de la imagen: “¡Ahí viene el burrero p’a fuera nojoda!” (Alusión al burro del domingo de ramos). O la más controversial: “¡Viva Jesús el Nazareno, nojoda, hijueputa!”

Obviamente que la visión de un extranjero señalará que se está ante un carnaval o una corraleja, como lo diría en un reportaje urticante en los años 80 el periodista Manuel Medrano en su programa Operaciones M2 – ahora en la emisora universitaria Unisucre. Estas expresiones que se acompañan con otras vivas a las genitales u otras expresiones irrepetibles, que pueden escucharse a lo largo del recorrido, con una población que viene bebiendo ron desde el domingo de ramos, en algunas veces mezclado con alucinógenas, se trastocarán a su vez en colisiones violentas (armas blancas o picos de botella), que surgen por el deseo de ocupar en tropel un puesto para cargar una de las robustas varas de mangle que hacen pesado, este paso o plataforma de madera en la cual, además van nazarenos o cofrades, apartando líneas eléctricas o evitando daños a edificaciones, a lo cual se añaden en el riesgo, el peso de los cabos de velas y la batería que da luz a las imágenes (Simón Sirineo, dos soldados romanos conocidos como Judíos en el ámbito local).

Esto se debe a lo que representa cargar el paso y mostrar el hombro “pelado” al día siguiente, como una señal de hombría necesaria e indiscutible para el ethos toludeño, un elemento común de superación del esfuerzo físico, muy común entre el ethos indígena (recordar la carga de pesados maderos en Caupolicán y otros titanes amerindios) y de la costa de África occidental (Benín y Nigeria, entre otros) y de la misma España (ver autoflagelación vigente en Santo Tomás, Atlántico). Como dije antes, esta pelea por cargar las varas del pesado paso, revive antiguas rivalidades barriales, familiares y de pandilla, que, como evidencia de la existencia de Dios, aparte de un rasguño, una contusión o un amague de pelea, no pasa a mayores en la generalidad de los eventos (me atrevo a ponderar el 98% de los casos).

Me decían los parientes y nazarenos de más edad, en los tiempos en que hice parte de la hermandad nazarena toludeña, que esa actitud que nos singulariza como pueblo y que tanto escandaliza a los foráneos, “no es más que una remembranza” (léase puesta en escena) de los ultrajes que sufrió Jesucristo antes de ser crucificado…”Es que a Él no lo llevaban con amabilidad ni con mamitéos”.

Otra lectura posible desde el inconsciente colectivo propuesto por Jung, es que esta actitud es una resistencia cultural, de un pueblo que revive en Jesucristo, la vejación de una esclavización que fue bendecida por quienes tenían la labor de evangelizar con un mensaje libertario, que en ninguna parte hablaba de jerarquías o derecho a esclavizar al otro y que fue bendecida por varios obispos de Roma, desde el siglo XVI hasta bien entrada las dos primeras décadas del siglo XX en algunos lugares de las Antillas y del Caribe colombiano (Leer de Antolín Díaz Díaz, Sinú, Vida y Pasión del Trópico).

También puede ser un reclamo desde ese mismo inconsciente colectivo, de un pueblo que al igual que el resto de naciones de las Américas, es vejado por las recetas económicas de modelos importados que llevan al mundo de crisis en crisis y que esperan una redención que no llega, por parte de un clero que muchas veces bendice a los opresores y hasta hace causa común con ellos.

El lamento de un pueblo maltratado por diversas expresiones de violencia, como los crímenes de estado llamados falsos positivos, los fallos increíbles absolutorios únicos en el mundo que profirió el procurador, rompiendo sospechosamente la culpabilidad de doble vía en el cohecho, la violencia de la crisis económica que premia a los causantes y castiga a las víctimas de un mercado internacional tahúr y tramposo, donde quince naciones a través del BM o el FMI imponen las políticas económicas y las formas de gobernar, so pena de ser difamado por la dictadura mediática de CNN y todas las N de propagada, unidas a los intereses de los bancos con permiso legal para hacer trampas.

En este caso, con el respeto del creyente católico, apostólico, pero afrocolombiano y libre pensador, la solicitud al prelado nuestro también afrodescendiente de Montería, monseñor Julio César Vidal: más evangelización y menos regaños… ¿Acaso en las regiones donde más se escenifica el “recogimiento ideal y formal”, no son precisamente donde más se asesina en cumplimiento de las directrices de una mafia que se tomó el mundo occidental y oriental? ¿Acaso los que más toman ostias y hasta se ufanan de una palabra de Dios memorizada, no son los mismos que bendicen y patrocinan las armas que protagonizan “falsos positivos” o crímenes de estado?

¿Acaso esos señores tan vestidos correctamente por la etiqueta excluyente, no han vendido a este país como una finca privada y quitado muchas posibilidades de vida digna, como la privatización paulatina de la educación , del agua, la electricidad y los servicios públicos en general? Extrañamos una iglesia dando a Dios lo que es de Dios y a César lo que es del César, una iglesia que reflexione sin reparos esa palabra de Cristo el Revolucionario cuando dice: la verdad os hará libres.



San Antero, 9 de Abril del 2009
________________________________________________
MICRORESEÑA BIBLIOGRÁFICA:

Nicolás Ramón Contreras Hernández (Junio 27 de 1965). Comunicador social periodista, ciudadano independentista, estudioso y predicador de la etnoeducación afrocaribeña.Más de 40 talleres a lo largo de la región Caribe y región Central de Colombia, sobre la etnoeducación. Asesor en temas etnoeducativos en los Municipios de San Antero, San Bernardo y Moñitos. Asesor del Programa Transformemos Educando. Obras publicadas:

Ni Champeta Ni Terapia: una historia que se baila.

Champeta/ Terapia: Nueva Gesta de Negros y Mestizos en la Colombia Contemporánea (I, II)

Aproximación Filosófica y Literaria a la Obra Músical de Rubén Blades y Willie Colón (I, II)

Explorando Canciones Una Mirada Cimarrona de la Escuela.

La Música y la Cultura Popular como Propuesta Curricular de Reencuentro desde lo Afro.

Mbilia Bell: Miss África Llega después de su Voz.

Los Nuevos Pontifices y Encomenderos Mediáticos.
___________________________________________________



[1] BENITEZ ROJO, Antonio; 2002. La Isla que se Repite. Editorial Casiopea. “La noción de meta archipiélago como gran aglutinante cultural, tiene grandes modelos como el helenismo en el mundo clásico, o el egípcio en el mundo antiguo, que lograron erigirse en referentes para los pueblos del mar en la cuenca del Mediterráneo o mare nostrum”

[2] HUERTAS VERGARA, Manuel; 1993. Cabildo y Merced de Tierras para Poblar el Partido de Tolú, Sinú y Sabanas. Ediciones Fondo Mixto de Cultura de Sucre. Según la obra de Manuel Huertas Vergara, el historiador precursor de un estudio detallado con sello monográfico y de historia local, esta cofradía es la más antigua de la América católica.

[3]HUERTAS VERGARA. Ibídem.

[4] Por mi experiencia personal como miembro de la hermandad nazarena entre 1979 hasta 1987, sólo unos cuantos sacerdotes han hecho uso de este privilegio: el padre Pérez (en la primera mitad del siglo XX 9 y Luís Eduardo Sierra Merlano en los años 80 (de lo cual fui testigo presencial como nazareno carguero), pero pueden ser más.

[5] MALDONADO, Miguel; 2007. Pedagogías Críticas. Editorial Magisterio. A nivel de la etnoeducación, esta visión de la teología de la liberación , impulsada por Leonardo Boff, Arnulfo Romero y Helder Cámara, entre otros, dio lugar a las famosas pastorales educativas, que siguen ejerciendo un papel importante de recuperación de memoria cultural en Chocó y el resto de la región Pacífica en Colombia y otras naciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario