viernes, 23 de marzo de 2012

PIERRE, DJEMILA, DOMINIQUE... Y MOHAMED

Fuente: http://www.decolonialtranslation.com/espanol/pierre-djemila-dominique-y-mohamed.html

de Houria Bouteldja, Portavoz del PIR (Partido de los Indígenas de la República)


¿Cómo podría explicaros a vosotr@s l@s blanc@s que no me queda otra solución? Me encuentro en una encrucijada y el viento me empuja hacia l@s mí@s. Estoy obligada a solidarizarme con los hombres. ¿Cómo explicar esto a las mujeres blancas? Y sobretodo a las feministas. Ellas que han luchado para que sea admitida la necesidad de los grupos no-mixtos para hacer surgir el feminismo como proyecto político.


Soy una mujer. Y no cualquiera. Y mi solidaridad no se la debo a cualquier hombre. Soy indígena y mi solidaridad la propongo a los hombres de mi condición. A los de mi comunidad. Porque esta solidaridad, si no la asumo, acabará por alcanzarme y se impondrá a mí, lo quiera o no.

¿El caso DSK podría ayudarme? Pero antes de hablar de eso, voy a contaros un recuerdo de adolescencia. Un tele-film : Pierre y Djemila. Él es guapo, enamorado, atento. Blanco. Ella, guapa, enamorada, aterrorizada por su familia. Árabe. Esta película se dirigía a mí, a la hija del emigrante. Me hablaba. Me decía cuán detestable era mi familia y cuánto me respetaba la sociedad francesa. Una película que me alejaba de l@s mí@s y que me hacia olvidar que mi padre, varón, por supuesto, también era un zoufri (obrero) argelino, un explotado, que tenía dificultades para mantenernos, y que mi madre era una esposa de inmigrante y que nos sacaba hacia adelante con dificultad. La película me explicaba a mí, a la hija de mis padres, que ellos me trataban mal y que sólo me quedaba una escapatoria: alejarme de ellos.

Al principio, creí en esta eterna mentira que te sigue por todos lados, que se filtra por todos los poros y que se incrusta en tu piel. Y más tarde dudé de que fuera verdad y finalmente, no me la tragué. Pero habría podido creérmelo, como tantas otras chicas. Seguramente que, siendo la adolescente que yo era, ya había beneficiado de la experiencia de las hermanas mayores las que (a menudo) se han estrellado con el espejismo del príncipe azul blanco. Un maleficio que les ha salido caro: ruptura familiar, estigmatización de sus madres, acusadas de ser culpables por haber “mal educado” a sus hijas, la vergüenza que repercute sobre tod@s como también la culpabilización, y por si no fuera bastante, la mala reputación...

¿Quién sabe cuántas mujeres jóvenes se han suicidado encontrándose atrapadas entre los fuegos del combate que se libra entre los dos patriarcados? De un lado el blanco, conquistador y seguro de sí mismo, y del otro, el indígena, dominado y acorralado. Un maleficio que pretendía transformarlas en cómplices o más aún, en las indígenas alistadas a su pesar en las tropas del sistema racista francés que quería dar el golpe de gracia a esa familia magrebí deshonorada. Todo esto a una distancia temporal de apenas dos o tres decenios después de la independencia de Argelia. Esta situación sigue siendo de actualidad. ¿No ha encontrado su punto culminante con el éxito clamoroso de “Ni Putas Ni Sometidas2”?

¿Pero cuál es la relación con DSK?

Hay una. Es la de las élites francesas y su actitud ante el sexismo de la Francia de los de arriba, ante el de la Francia de los de abajo y ante el de la Francia que se encuentra por debajo de la Francia de los de abajo. Esa Francia de las alturas que no dudó en publicar en la portada de una gran revista la foto de Simone de Beauvoir, desnuda, para celebrar el centenario de su nacimiento. ¿Quién hubiera podido imaginarse a Sartre desnudo en la portada de un periódico importante? Sin duda hay que ver aquí la expresión de una sensibilidad, de una vena muy francesa. Artística. Estética. ¿Quién mejor que la élite francesa para ver y sentir lo que hacia “la mujer” detrás de la imagen de la feminista?

Una élite satisfecha de sí misma, que se cree que sabe más que los demás, viviendo en las nubes y obstinadamente indiferente a lo real. Una realidad maltratada y despreciada a expensas de una autocomplaciencia que no tiene límites. Y esto es perfectamente claro en el tema de las mujeres. Desde mi puesto, veo que se destacan tres comportamientos específicos y distintos:

- Una casi total indiferencia hacia el patriarcado blanco que estructura la sociedad francesa y que determina la vida de millones de mujeres. Y sin embargo, todos los indicios muestran que la condición las mujeres francesas se agrava: 75 000 violaciones por año (según la encuesta sobre las víctimas ámbito de vida y seguridad 2007-2008 realizada por l'ONDRP y la INSEE), diferencias de salario entre hombres y mujeres evaluadas entre el 13 y el 30 %, la retrogradación de Francia al decimoctavo puesto de los países europeos en términos de tasa de empleo de las mujeres. Por no hablar de las diferencias en las pensiones entre hombres o mujeres o, aún más, la exposición y la explotación del cuerpo de las mujeres en la publicidad. El sexismo y la violencia del blanco común sobre la blanca común suscita en el mejor de los casos contestaciones tímidas y en el peor, la indiferencia general.

- Una denuncia unánime y sin oposición contra las violencias hechas a las mujeres de los barrios populares, cuando el autor de la violencia es negro o árabe y la víctima es del mismo origen. A destacar que, según esta denuncia, el sexismo de los hombres de los barrios populares sería más que solamente sexismo, sería una barbarie des-contextualizada y a-histórica. En este caso, el falócrata blanco se cree feminista. No encontrará palabras bastante fuertes como para crucificar al muchacho árabe o negro, no tendrá suficiente compasión para volar al rescate de la “beurette1”. Desde Chirac hasta Hollande, desde Villepin a Dray, desde las feministas del CNDF hasta Elisabeth Badinter, desde Arlette Laguiller hasta Nicole Guedj, desde Tf1 a Canal plus, el mundo blanco entero ha comulgado muchas veces, con voz temblorosa, contra el malvado macho de las Provincias y Territorios de más allá de la Circunvalación (DOP TOP (en francés: “Départements et Territoires d’Outre Périphérique” )). No puedo resistirme al placer de evocar aquí el homenaje vibrante de Chirac a la madre de Fadéla Amara por haber, cito, “dado vida” a este astro de la dignidad de “la” mujer.

- Una solidaridad casi unánime de clase para apoyar a DSK y encontrarle circunstancias atenuantes de lo más extravagantes. Una élite que forma bloque con él: desdramatización de la violación, confusión voluntaria entre violación y libertinaje, ausencia de compasión con respecto a la víctima, menosprecio al consentimiento de la persona. ¿El acoso sexual?, una forma de seducción típica de nuestra cultura que la víctima no habrá entendido (puesto que hay que ser francesa para descifrar). “¡Es así como comenzó el caso Dreyfus!”. Gañido de Jean-Pierre Chevènement. Se cierra el telón.

- Entonces, ¿qué tiene que pensar la hija del inmigrante ante este espectáculo?

- Eso depende de cómo me posiciono. Siendo mujer no puedo evitar estar afligida y profundamente inquieta por el comportamiento de la mayoría de las “hermanas” feministas blancas. ¿Cómo puede ser que aquellas que están en el mejor lugar para saber perfectamente, de manera íntima y experimentada, que las élites francesas se desentienden radicalmente de la causa de las mujeres, cómo ellas han podido unirse a este complot sagrado contra el tipo de las afueras? ¿Han sido embrujadas? No tendré la debilidad como para creerlo. La verdad es que, al encontrarse en un conflicto de intereses, ellas han privilegiado la solidaridad de la raza. Como Le Pen, ellas prefieren su familia a su vecino…

- Como indígena, yo sé, desde Pierre y Djemila, que son rar@s los que quieren mi bien. Yo no soy más que un hacer valer, el instrumento de la vanidad blanca. Ese baile de hipócritas tiene no obstante una virtud. Ello me obliga a volver a lo real y a restituirme. Me obliga a la lucidez. Ahuyento los mitos, disipo la niebla. Miro a mis padres, miro a mi hermano, mira a las chicas de mi barrio, a los chicos de mi entorno, miro a Jean-François Kahnn, miro a Dominique Strauss-Kahn, miro a Anne Sinclair. Y luego, vuelvo a mirar a mi madre, a mi padre, a mi hermano. Habrán hecho todo para alejarme de ell@s. Y vuelvo hacia ell@s. Inexorablemente.

- Hoy sé que mi lugar está aquí. Más que un instinto, es una acción política. Pero antes de volverse un conocimiento consciente, esa vuelta se realizó por una voluntad colectiva de supervivencia y de resistencia. Mi conciencia es el producto de ello. Nuestro yo colectivo reaccionó creando su propio sistema inmunitario. ¿Qué ha sido de Djemila, cuando, el tiempo del idilio pasado, ella es abandonada por Pedro quien parte hacia otros cielos? ¿Quid de su autonomía financiera? ¿Qué ha sido de la mujer indígena, aislada y vulnerable dentro de una sociedad hostil que la discrimina, la transforma en objeto de exotización y la instrumentaliza? ¿Encontrará refugio junto a l@s suy@s después de su “traición”? Tal vez sí, tal vez no. ¿Por qué arriesgarse? Es la pregunta a la que deben responder todas las mujeres indígenas de condición modesta. Esto es, en otras palabras, la mayoría de nosotras. Una amiga me decía: “Nunca fui feminista. Nunca ni siquiera lo pensé. Para mí el feminismo es como el chocolate”. ¡Qué justo es! Reprocharnos el no ser feministas, es como reprochar a un pobre el no comer caviar. Ya que, ¿cuál es nuestro margen de maniobra entre el patriarcado blanco y dominante, y el “nuestro”, indígena y dominado? ¿Cómo actuar cuando la estrategia de supervivencia de este último consiste en exponer sus pectorales, en mostrar su virilidad? Es esta ecuación que tuvo que ser resuelta por el yo colectivo de las mujeres. Un yo que, como si nada fuera, realizó el difícil compromiso entre la integridad, la salvaguardia del grupo y la liberación individual. Un compromiso entre los hombres y las mujeres indígenas. En esta lucha, las mujeres no fueron pasivas. Ellas tocaron su partitura, con los medios disponibles. El hijab es una de las expresiones de este compromiso (pero lejos de ser la única). Puesto que más allá de su significado espiritual – colectivo o propio a cada mujer – y de su dimensión religiosa, el hijab debe ser entendido igualmente como el fruto de una negociación entre hombres y mujeres, en la cual el contexto post-colonial tiene un rol mayor. El velo devuelve un mensaje claro a la sociedad blanca: “1/ No somos cuerpos disponibles al consumo masculino blanco. 2/ No somos cuerpos explotables por la sociedad del espectáculo”. Envía un mensaje igual de claro como a la sociedad indígena: “Pertenecemos a la comunidad y le aseguramos de nuestra lealtad”. ¿Una paradoja pasar por la bendición colectiva? ¿Una puñalada en la espalda del feminismo? No. Es la condición necesaria para una emancipación concreta, puesto que es eso o la ruptura perpetua, el “no man’s land” de la “beurette3” desencarnada. De ahora en adelante, los estudios serán seguramente más largos, los matrimonios tardíos, los embarazos controlados, los textos sagrados reapropiados para dar interpretaciones más igualitarias, habrán más compromisos asociativos y políticos…Contrariamente a las apariencias, las mujeres que no llevan velo (de las cuales yo soy una), a menudo adoptan las mismas estrategias: el compromiso, la negociación, las apuestas. Una lectura superficial de los fenómenos sociales podría dejar creer en una diferencia fundamental entre las “mujeres con velo” y las “sin velo”. Las primeras estarían ancladas en la modernidad, mientras que las otras le darían la espalda. Es falso. Vivimos en mismo espacio-tiempo y hacemos frente a las mismas contradicciones (con más o menos violencia). En realidad todas luchamos. Para respirar. Para reconciliarnos con nosotras mismas. En otras palabras: ganar lo más posible (en autonomía y en libertad) y perder lo menos posible (preservar nuestros lazos y nuestras familias). Una elección táctica, nacida de una conciencia de equilibrios frágiles y de afectos en sufrimiento. En este marco, la dimensión “chocolate” del feminismo toma toda su fuerza: El hombre indígena no es el enemigo principal. La crítica radical del patriarcado indígena es un lujo. Si un feminismo asumido debiera ver el día, sólo podría tomar las vías sinuosas y escarpadas de un feminismo paradójico que pasaría obligatoriamente por un juramento de fidelidad comunitario. Un feminismo descolonial. En contra-corriente del feminismo blanco.

- Toma, otro recuerdo. El sms de una amiga cuando se casó con un hombre de su comunidad: “¡por fin libre!”.

Houria Bouteldja Portavoz del Partido de los Indígenas de la República (PIR), 8 de Marzo del 2012.

Traducido del Francés por Maria Carolina Loza y D.M. Ruiz Garcia.

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