domingo, 10 de abril de 2011

LA IGNORANCIA ILUSTRADA Y EL PAÍS DE KAFRES

Por: Nicolás Ramón Contreras Hernández

Con este texto deseo sumar mis reflexiones ante las descalificaciones con tarima privilegiada desde la cual Héctor Abad, Daniel Sámper y otros se han ido lanza en ristre contra los movimientos sociales afrocolombianos.
NIKO

"País de Kafres", con este apelativo y expresando decepción por el país nacional y con el ánimo evidente de ofenderlo y menoscabarlo, las élites en el poder desde hace 200 años en Colombia, conservadores y liberales por igual- ahora repartidos en una miríada de partidos suscitados por el uribismo- se han expresado de su pueblo, cada vez que éste no responde cómo ellos quieren; o las masas les son adversas a una lógica del deber ser, en un país con una dinámica de tensiones entre el centralismo y los agudos regionalismos, atravesados por las tensiones étnicas, como en los demás estados de un continente, al cual desde el siglo XVIII para aceptarlo, le pusieron de apellido "latina", sin conocer en muchos casos el Latio geográfico y cultural, pero exaltando una herencia europea, pensada como el único aporte genético de mejor familia.

Los dos presidentes de apellido Lleras (Carlos y Alberto), la utilizaron en varios de sus momentos políticos en el senado o ante un hecho considerado bochornoso que según sus pareceres, desdecía del país. Laureano Gómez, el más admirado y temido político conservador – entre los años 30 y 60- seguidor entusiasta de totalitarismos racistas como las doctrinas nazis, fascistas y falangistas de Francisco Franco, junto con su ideólogo de cabecera, Luís López de Meza, no sólo empleaban con frecuencia este término, sino que eran los heraldos de una pseudo Filosofía según la cual, las taras del hombre colombiano, se debían más que todo, a esos bochornosos aportes atávicos y melancólicos de africanos e indígenas.

¿Pero de dónde viene todo ese sucio bajo la alfombra, en una respetable nación que en la Constitución de 1991, dijo reconocer la diversidad étnica y cultural de la nación colombiana? Pues de dónde no, sino de del espíritu aún vigente de la escuela colonial, la cual difundió la creencia que el ser negro, indígena o campesino, era una mácula de sangre – que en la colonia y parte del siglo XX – era impedimento para el acceso a la educación, controlada buena parte de la historia patria, por la todopoderosa iglesia católica de línea Opus Dei, discurso que fue reforzado a principios del siglo XIX, por las ideas del racismo con tintes científicos del enciclopedismo del Conde de Buffon, Diderot, Hume, Rousseau y Montesquieu, las mismas premisas que predicaba como pionero en Suramérica, Francisco José de Caldas (Cunin 2002).

Por pensar desde entonces que sus ancestros europeos, eran el ombligo de la verdad, la vida, el conocer y saber, nuestros intelectuales de tez alba y los demás, surgidos de las mezclas de las realidades étnicas con mentalidad “blanqueada” (Fanon 1964), unos por ignorancia verdadera y otros por hacerse los ignaros, movidos por la política del amiguismo por encima de todas las cosas, confluyen en una muestra de desprecio por los temas africanos y afrodescendientes, pese a que los usufructúan del entorno Caribe Cartagenero: todo este recuento para abordar desde una comprensión diacrónica, ciertos hechos acaecidos en Cartagena, a raíz de varios eventos, que alborotaron la manzana de la discordia del racismo nacional, aprovechados como siempre para tirarle piedras a Piedad Córdoba.

Todo empezó con el premio ganado en franca lid, consistente en una beca para maestría en desarrollo y estudios culturales, que esta vez le correspondió a la etnoeducadora, gestora social y lideresa afrocolombiana de tiempo completo, Rudelsi Cimarra Obeso en el cual, una de las quejosas de la selectiva, según muestra el artículo Pobre Negrita, de la columnista Claudia Ayola, fue nada más y nada menos que la directora de la emisora de la Universidad de Cartagena Marta Amor, quien no sólo elevó su queja mediáticamente, sino que aprovechando su investidura, generó enderredor una atmósfera de opinión sustentada por varios de sus amigos y allegados, todos ellos columnistas de gran renombre como Daniel Samper y Héctor Abad, entre otros, quienes abordaron el tema con infortunados comentarios, que denotan ya no ignorancia, sino mala fe, contra el proceso de acciones afirmativas de la ley 70 de 1993.

De nada valieron las certeras aclaraciones de la columnista Ayola Escallón, sentadas en la columna mencionada, en estos términos: La beca está diseñada especialmente para fomentar los estudios culturales para profesionales que tengan las siguientes características: Preferiblemente afro, de estratos bajos y preferiblemente mujeres. “Preferiblemente” no es una idea caprichosa, se refiere a acciones afirmativas que favorecen especialmente a quienes pertenecen a grupos sociales tradicionalmente marginados [...] Marta Amor tiene un cargo importante como directora de la emisora de la Universidad de Cartagena, un salario que la mayoría de los cartageneros envidiaría y un reconocimiento social importante. Estudió en una universidad privada prestigiosa, viajó al exterior con la intención de aprender inglés, y por fortuna ha gozado de condiciones de vida privilegiadas.

Pese a eso, Héctor Abad, seguidor de las tesis racistas de la llamada democracia liberal y representativa de la partidocracia, que predica su maestro vargas llosa, enemigo jurado de los movimientos indigenistas, afrodescendientes y sociales por extensión, muy seguramente convencido que así se puede congraciar, con los círculos premiadores desde el Cervantes hasta el codiciado y colonial premio nobel de literatura, se tira un esperpento de columna titulada Certificado de Negro, aparecida el 13 de marzo de 2011, en donde el lenguaje y el subconsciente lo traicionan, a juzgar por el derroche de términos rancios del racismo nacional (chanda, churrusco, gozque, etc.). Más aún, se las ingenia para tocar a Piedad Córdoba y al gobierno ecuatoriano, que tanto disgusta a su maestro, el encomendero y súbdito español, con estas perlas:

Se dice que Obama, hijo de un africano y una wasp, se define a sí mismo como “negro” a pesar de haber crecido entre su madre y sus abuelos blancos. ¿Qué sería Piedad Córdoba, hija de rubia y negro? ¿Blanca para unas cosas y negra para otras? [...]¿Se le pregunta a cada uno, tal como ha resuelto el gobierno ecuatoriano? [...] Sería bueno que este tipo de rumorología y rumorólogo criollo señalara los casos en los cuales Piedad se aprovechó de su condición de afrodescendiente, pues todo lo contrario, jamás se presentó en una circunscripción especial para no restarle oportunidad a otros líderes, sino que promovió eventos en dónde se abocaron temas evitados por el “uribismo afrocolombiano”, como el caso de la OCABA y el de otros desplazamientos forzados.

Lo curioso es que el método de la pregunta de autoreconocimiento, no sólo es la más usual, sino que en Colombia se viene realizando en los últimos censos, primero que en Ecuador. De otra parte, es un exabrupto en Héctor Abad, comparar la situación de los afrocolombianos con la de los arios y los judíos. Por ejemplo, a John Galeano le costó el puesto de diseñador de la alta costura un comentario antisemita; en Colombia no sólo programas de RCN como Chepe Fortuna o Sábados Felices de Caracol, se dan un banquete con sus chistes racistas por décadas, sin que a nadie le escueza, como tampoco a Héctor Abad, quien no ignora la existencia de discotecas en Bogotá y en Cartagena, donde se prohíbe la entrada de personas con facciones negroides, ni mucho menos la clausula de “buena presencia”, con la cual segregan en los puestos laborales y hasta en los condominios.

La serie A corazón Abierta – por ejemplo- en Colombia fue blanqueada por el criterio de Fernando Gaitán, quien argumentaba que en Colombia, “los afrocolombianos no figuran mucho en el campo de la medicina, al igual que en los demás países de América latina”. ¿Y de qué parte estuvo Héctor Abad? ¿En qué posición estuvo Héctor Abad cuando el fiscal Ordoñez condenó a Piedad con base en unos “correos electrónicos” hallados en el portátil mágico de Raúl Reyes, desmentidos por un especialista de la SIJIN bajo la gravedad del juramento? Entonces es desproporcionado el tono de burla del señor Héctor Abad, cuando al referirse a un marco constitucional con ley marco, afirma que, se va a poner a buscar un certificado que no sirva para ningún privilegio:

Sería bueno recordarle que en 1851 cuando se declara abolida la esclavitud bajo la presidencia de José Hilario López, la República de Colombia prefirió indemnizar a los hacendados que explotaron a los afrodescendientes, mientras a los ancestros se les dejó libres bajo el sálvese quien pueda, desventaja social que sumaría en su contra además, las normas consuetudinarias y legales que impedían su acceso en condiciones de igualdad, a la educación y a otros privilegios, los mismos que hoy se pretende reparar bajo el concepto de equidad. No es lo mismo un Héctor Abad hijo de un sociólogo, que tenía dinero para enviarlo a un colegio privado o que podía ayudarle a hacer las tareas, que ser descendiente de un entorno afro iletralizado, estudiando en colegios públicos mal dotados, con docentes algunas veces nombrados por la politiquería:

¿Son esas las condiciones de “igualdad” que pretende esconder el señor Héctor Abad con su tono de sátira? Esas leyes son necesarias, porque en ese estado liberal de la partidocracia, los tecnócratas y las privatizaciones que tanto defiende el señor Héctor Abad, en su política de todo por el Nobel, que lo hace nada tibio en cuestión de política, así el se crea semejante mentira, hacen inviable la competencia en condiciones de equidad de un afro, en un país donde las élites y las clases medias, cuentan con el filtro a su favor del requisito de las maestrías y los doctorados, que la señora Amor le pretende bravear a Rudelci Cimarra Obeso y ante la cual el señor Héctor Abad, prefiere posar de ciego, sordo y mudo.

Todo este entorno, le da peso a las posturas como las de Daniel Garcés Aragón, cuando plantea ante el bicentenario, la reflexión crítica antes que el festejo. En boca de Héctor Abad, Daniel Sámper Pizano y su kombo, habla la ignorancia ilustrada que pretendía ofender a la nación con el apelativo de país de Kafres. Tal vez desconocen que los kafres, era un genérico empleado por la supremacía islámica esclavista, contra pueblos disímiles como el judío o el Zulú, nación africana altamente organizada militarmente, a quien Marx y Engels destacan aún en plena mitad del siglo XIX, en El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, como el azote de los ejércitos imperiales temidos en Europa, que ante ellos eran presa fácil, gracias al conocimiento del terreno y a una estrategia de campo, imitada con éxito por Rommel en el norte de África.

Si los ancestros son Kafres, entonces habría que recordarle a todos estos voceros del racismo light, que fueron los cimarrones quienes les eneseñaron a los criollos, con Benkos, Felipe, Leonor y Apolonia, entre otros, que los españoles no eran invencibles. Fueron los cafres de Haití, quienes financiaron una expedición libertaria a Miranda y tres a Bolívar con oro, hombres y armas, más el alojo en sus destierros, para que lograra esa independencia que hoy no tenemos gracias a los gobiernos entreguistas que tanto aplaude Héctor Abad. Fue el cafre, José Prudencia Padilla, el libertador de los mares de la Gran Colombia, en la legendaria batalla del Lago de Maracaibo y en el Golfo de Morrosquillo, eventos bélicos que liberaron de verdad a Colombia del yugo español, antes que la espurea fecha del 7 de agosto, un poco menos falsa que el 20 de Julio:

Ay Colombia, que junto a los criollos de Peru y Chile, eres de los pocos en Suramérica, que aplaude como un cipayo la invasión a Libia en el gran ministerio de colonias de la ONU. Ya quisieramos ser un país de Cafres como , ese que tanto asustó a Bolívar y Santander que se apresuraron a acordar el asesinato del temido José Prudencio Padilla, luego de los hechos de la noche septembrina de 1827, donde se negó a conspirar porque durante su vida de militar probo, se negó a participar en conspiraciones palaciegas, porque exigía el cumplimiento con pantalones y respeto a la constitución de la Gran Colombia, la liberación incondicional de todos los esclavizados y la negativa a un nuevo amo, inglés o norteamericano en el suelo, cuyos mares había liberado como un héroe con mucho más lustre militar.

Nicolás Ramón Contreras Hernández.
CC.92.226.628 de Tolú. Ciudadano Afrodescendiente independentista de la Región Caribe en la República de Colombia.

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